sábado, 29 de octubre de 2011

Capítulo 27 - Puerta abierta, sello roto.

Corrí por los pasillos pensando en ese pasado, ese pasado que siempre me confundía y dejaba preguntas en mi cabeza.
Salí del edificio y el primer lugar a donde se me ocurrió ir fue a oficina de la directora.
Cuando llegue, abrí la puerta sin tocar ya que sabía que me esperaban. Ahí estaban Andrew, el señor Copelan y la directora.
Mire a Andrew y el medio sonriendo se me acerco y me abrazo por la cintura.
—Qué bueno que ya estés aquí—dijo en un susurro, note el alivio en su voz.
—Si—fue lo único que pude decir. ¿Cómo contarle a Andrew que Jonathan acababa de besarme?
—Deja el romance a un lado Andrew, sabes que las cosas que pasan son serias—dijo la directora con voz firme.
Solté a Andrew y vi al señor Copelan—él no tenía el cabello asqueroso al igual que yo—que me miraba con ternura y alivio.
— ¿Dónde te dejo el portal?—me pregunto.
—En uno de los salones, pero mire mi cabello ¿Por qué lo tengo así?—toque mi pelo y note lo pegajoso que estaba.
—Algo salió mal, mientras tu pasabas alguien quiso interrumpir el hechizo… pero lo evite—dijo el pensativo—, por eso no caíste directamente aquí como yo.
—Entiendo, pero…—antes de decir algo me interrumpieron.
—No hay tiempo que perder, luego resolverás tus dudas—dijo la directora un poco angustiada—. Vamos al sótano.
Salimos de la oficina de la directora. Yo iba detrás de todos ya que no tenía idea de que aquí había un sótano.
Saliendo de la oficina y encontrando las escaleras que daban al departamento de la directora, pensé que aquí no encontraría nada más. Pero sin esperármelo, la directora hizo un movimiento de manos. Primero arriba y luego de izquierda a derecha para después señalar el suelo al lado de las escaleras.
Una pequeña puertecilla de madera apareció—se veía vieja y desgastada—y la directora de un jalón la abrió dándole paso a unas oscuras escaleras.
Di un paso atrás, por alguna razón ese lugar me daba miedo.
— ¿Qué… que hay ahí? —dije entrecortadamente.
—Rebeca no te preocupes, ahí está la puerta al otro mundo donde debes reforzar el sello—dijo el señor Copelan serio.
—Pero es que por alguna razón… siento desconfianza—dije mirando la puertecilla abierta.
—Tranquila—dijo Andrew acercándose—, aquí estamos para ayudarte.
—Rebeca, necesitamos que entres ahí y utilices el poder de las piedras ahora—dijo la directora un poco malhumorada.
—Luisa cálmate—dijo el señor Copelan—, recuerda que esto es nuevo para ella y es normal que sienta miedo.
La directora asintió mientras suspiraba exasperadamente, ¿Qué le pasaba hoy?, sé que siempre anda de mal humor, pero hoy estaba peor que nunca.
Con cuidado me acerque a la puertecilla con Andrew pisándome los talones: — ¿Dónde están las piedras? —dije mirando al señor Copelan.
—Aquí están—dijo el señalando mi pequeño bolso en su hombro, y de un rápido movimiento las saco para entregármelas.
Baje con cuidado las escaleras que con cada uno de mis pasos crujían, sabiendo que detrás de mí venían todos para ayudarme.
Al tocar el suelo—y estar a salvo de esas escaleras—, mire las piedras en mis manos sin saber que hacer ahora.
— ¿Y ahora qué? —dije en un susurro.
El señor Copelan junto con Andrew se acercaron a mí: —Pon las piedras del viento, agua y luna en el suelo—dijo el señor Copelan y Andrew me ayudo a quitarme el collar, para ponerlo también en el suelo.
— ¿Y la piedra de la tierra? —pregunte al señor Copelan.
—Por ahora no es necesaria, déjame explicarte—dijo tomando la piedra de la tierra en sus manos para ponerla a un lado—, el sello se forma de elementos similares, eso quiere decir que es necesario juntar solo tres piedras…
—Como ahora sería luna, agua y viento.
—Exacto, que bueno que entiendas rápido—dijo el señor Copelan con una sonrisa—. Ahora necesitamos de tu concentración.
— ¿Qué debo hacer?
—Como ya sabes, para usar las piedras necesitas que el elemento este presente—yo asentí—, ahora tu trataras unir los elementos que Andrew y yo pondremos a tu disposición con un hechizo.
Vi las piedras—las tres—en el suelo, voltee a ver a Andrew que con sus manos hacia el símbolo de agua con movimientos rápidos. Al principio nada sucedió.
—Relájate hijo—dijo el señor Copelan mirando a Andrew.
Andrew lo volvió a intentar, de sus manos un brillo azul salió y de un momento a otro empecé a ver como el suelo se llenaba de un agua que antes no estaba.
—Muy bien—dijo el señor Copelan con una sonrisa complacida y con movimientos rápidos hizo el símbolo del aire dejando salir de sus manos un brillo verde.
Un viento frio se coló al lugar y supe que me tocaba hacer mi trabajo pero… ¿Cómo?
—Rebeca concéntrate—dijo el señor Copelan—, el poder de la mente lo tienes tú, ahora trata de unirlos.
Respire profundamente y luego cerré mis ojos.
Imagine dos elementos, unidos en uno por un poder mental… unidos por alguna razón, un sello.
En mi mente, se unían y se entrelazaban poco a poco. Era grandioso, porque estaba segura que al abrir mis ojos vería lo mismo que mi mente se encontraba.
Pero paso algo inesperado.
Me invadió un horrible dolor en mi mente. Sabía que solo era en mi mente porque ya antes lo había vivido, y no había dolor que se comparara con este.
¿Pero cómo?, mi hermano no podía estar aquí… ¿o sí?
Sentí que los elementos se dispersaban y de golpe abrí los ojos encontrándome tres miradas sobre mí. El dolor aun retumbaba en mi cabeza pero con cada segundo bajaba su volumen.
— ¿Qué sucedió? —pregunte.
—Todo callo y desapareció—dijo Andrew—, pero ¿ya está hecho el sello?
—No lo sé—respondí en un susurro—, señor Copelan…
—La última vez que se hizo este sello ninguno de nosotros vivía Rebeca, tú eres quien lo debería recordar o Andrew.
—Si le soy sincera, esto es totalmente nuevo para mí…—y mientras decía esas palabras una luz cegadora cobro vida frente a nosotros.
Una especie de portal—como el que abrió el señor Copelan en el hotel—muy grande se dejaba ver frente a nosotros. Era como ver un lago en la pared, y su color era cambiante del azul al verde, del verde al rojo y así sucesivamente.
—Se abrió la puerta—dijo la directora, pude notar su molestia.
—Rebeca, ¿Qué paso mientras hacías la unión de elementos? —pregunto el señor Copelan.
Yo le mire, mis ojos abiertos como platos: —sentí dolor, en mi cabeza… un dolor familiar.
—Lo único que se me ocurre, es que “tu hermano” puso un hechizo para evitar el reforzamiento del sello.
—Pero para hacer un hechizo…
—Sí, él debe ser hechicero Rebeca—dijo el señor Copelan muy serio.
—Papá, si puso un hechizo aquí debe estar muy cerca… y lo más seguro es que venga por Rebeca—dijo Andrew acercándose a mí y pasando un brazo por mi cintura.
—Si tienes razón, y tal vez esté detrás de ti también—dijo el señor Copelan pensativo—. Pondré a todos ayudantes a su cuidado, incluyendo a Jonathan.
Al escuchar ese nombre me puse rígida y se me erizo la piel, Andrew lo noto y pensando en que estaría asustada me consoló: —no te preocupes nada nos pasara—dijo en un susurro.
Yo solo asentí y luego recordé el día que era hoy: —Señor Copelan mis padres se preocuparan… mañana se celebra año nuevo y si no me encuentran…
—Ya te dije, usaremos el poder de la piedra para hacerles olvidar que no estuviste ahí—dijo el poniendo una mano en mi hombro—, si esto no fuera necesario no te detendría aquí.
—Tendré que poner vigilancia en este lugar, si su hermano es hechicero podrá abrir la puerta del sótano como ya lo hizo antes—dijo la directora Luisa—, antes solo pensé que había tenido alguna ayuda.
—Vámonos de aquí—dijo el señor Copelan subiendo las escaleras mientras sacaba su celular.
— ¿A quién llamaras? —dijo la directora.
—A todos nuestros ayudantes, pero primero a Raimundo quiero dejarle todo claro para que se lo explique al resto.
Recogí las piedras del suelo y me fui detrás de ellos.

***

Salimos del sótano—tome mi bolso—y fui directo a mi habitación con Andrew junto a mí. Me sentía nerviosa además de por los recientes acontecimientos, ahora me tocaba contarle a Andrew lo que paso con Jonathan.
Cuando llegue a mi habitación suspire, me hubiese gustado llegar aquí en una situación aparentemente normal.
— ¿Por qué no te quitas eso del cabello? —dijo Andrew rompiendo el hilo de mis pensamientos, en su rostro estaba esa hermosa sonrisa.
—Tienes razón, pero no te vayas quiero hablarte de algo—dije en un susurro y el beso mi mejilla en respuesta.
Entre al baño pensando que eso solo fue una excusa de mi parte para retrasar las cosas, aunque de todas maneras tuviera que hablar con él.
Me di una ducha corta, no quería darme más excusas. Luego de sacarme esa cosa pegajosa salí del baño totalmente vestida y mi cabello mojado. 
Andrew me recibió con una sonrisa. Él estaba sentado en mi cama y me ofreció su mano para acercarme a él. Y eso fue lo que hice.
Me senté a su lado tomando su mano: —debo decirte algo.
—Dime lo que quieras—dijo el acercando mi mano a sus labios para besarla.
—Es sobre Jonathan—cuando dije eso, se puso serio.
— ¿Qué pasa con él?
—Sé que aunque te pida que no te enojes, lo harás así que no lo pediré.
— ¿Qué paso Rebeca?, habla ya—dijo el poniendo cara de pocos amigos.
Ya estaba molesto, así que mejor era contarle ya: —Cuando el portal de tu padre me dejo en uno de los salones, por casualidad o tal vez causalidad Jonathan estaba ahí. Me pregunto qué me paso y que hacia ahí y una cosa llevo a otra, peleamos, lo cachetee y el…
— ¿El qué? ¿Te golpeo? —dijo él para luego encajar la mandíbula con fuerza.
—No, no, no—dije moviendo mis manos en señal de desaprobación—. Si hubiese hecho eso yo misma le daría su merecido, pero el solo… me beso.
Por un momento pensé que Andrew no se había enojado, solo me miraba como si entendiera lo que le dije.
Pero de pronto se levantó de un salto: — ¿A dónde vas?
—A darle su merecido—dijo él como si hubiese gruñido.

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