Estaba en una vieja habitación de techo alto y totalmente de madera, a un lado había una pequeña ventana a la que me asome para ver un pequeño patio delantero donde estaba parado un hombre unos años mayor que yo.
No lo conocía en realidad, pero aquí donde me encontraba le reconocí de inmediato y aunque él no me había visto le sonreí a su persona.
Mire mi vestimenta y era un vestido totalmente largo y de mangas de tirantes pero por debajo de este cubriendo la piel tenía una blusa blanca manga larga, sentí que estaba bien muy acorde al lugar y antes de salir alguien me llamo: —hija tienes visita—gritaron desde abajo y aunque no escuche mi nombre supe que era conmigo.
—Voy enseguida respondí.
Respire profundamente, y sin saber quién estaba ahí ya mi corazón latía a mil por hora.
Baje unas escaleras que me dirigieron a una pequeña salita donde mi ser más amado esperaba por mí.
Sus ojos verdes era una ventana a su alma que con solo mirarle me gritaban que me amaban y por eso me acerque a él para compartir un tierno beso.
—Hermana, respeta mi presencia—dijo una voz varonil detrás de mí, yo sonreí reconociendo la voz y aunque jamás la había oído voltee para saludar…
Sentí unos ruidos que me obligaron a abrir mis ojos y fue lo que me ayudo a comprender que todo era un sueño.
Cuando mi visión se acostumbró a la oscuridad vi a Claudia abriendo la puerta del balcón provocando toda clase de ruidos—tumbando cosas y tropezando—que podrían despertar al edificio completo.
— ¿Acaso tu no duermes?—dije un poco frustrada, por alguna razón sentí que quería volver a ese sueño.
—No—dijo ella mirándome como si fuera evidente.
— ¿Por qué esa respuesta no me parece extraña?—me dije a mi misma—. Explícate—le pedí a mi amiga que al parecer escapaba de nuestra habitación.
—Los vampiros no dormimos, solo entramos cuando es necesario en un trance de relajación total donde descansamos el sistema nervioso, por eso me veías “dormir” antes de saber la verdad—decía ella con las manos en su cintura.
—Pregunta dos, ¿se puede saber qué haces?—dije mientras me frotaba los ojos.
—Respuesta dos, me reuniré con Víctor que me espera aquí abajo, ¿quieres venir?
—Ni que me pagaras—dije dejándome caer de nuevo en la almohada.
—Descansa—dijo Claudia para luego abrir la puerta y marcharse.
Ya había pasado un día desde que Claudia había vuelto, y la noche pasada había pasado lo mismo. Un sueño extraño interrumpido por sus ruidos al huir de la habitación.
Mire el reloj sobre la mesita de noche que marcaba las tres de la mañana y por eso decidí volver a dormir, este día seria largo ya que luego de clases vería de nuevo a mi tutor, Jonathan, que al parecer no era nada amistoso.
Si se preguntan qué pasó con Andrew y conmigo el día de hoy, pues no hablamos y simplemente compartíamos ciertas miradas que me hacían ruborizar. Deje de pensar en eso y me dormí pidiéndole al cielo volver a mi sueño, pero solo caí en la negrura de la inconciencia.
***
— ¿Qué te sucede?—decía Claudia antes de sorber de su extraña bebida.
—Me duele un poco la cabeza, ya que después de que te fuiste no dormí muy bien que digamos—dije apoyando mi cabeza contra la mesa de la cafetería.
—No es mi culpa que seas de sueño ligero—dijo ella sin prestarme mucha atención.
— ¿De qué hablas?, un gigante hubiera hecho menos ruido en esa pequeña habitación.
—Que exagerada—dijo sonriendo—. ¿Dónde está tu perro guardián?
—Peter, dile Peter—dije obstinada—. Desayunamos juntos porque a esta hora tendría cosas que hacer.
—Oh que alegría no verlo por aquí.
— ¿Recuerdas que por el no estas aislada de la sociedad?
— ¿Y tú recuerdas que estuve encerrada más tiempo del debido por él?
No conteste a su pregunta y simplemente descansé los ojos cerrándolos por un momento hasta que sonó la campana, cosa que me hizo abrirlos de golpe.
—Me tengo que ir, llegare tarde—dije parándome y recogiendo mis cosas.
Salí corriendo sin escuchar si Claudia se despidió o no y para cuando llegue a la clase el profesor ya estaba: —Disculpe el retraso—dije apenada.
—Qué bueno que haya decidido presentarse—dijo el profesor un poco molesto.
Sin mirar a nadie me senté en mi silla notando que Víctor estaba ahí.
Agradecí que el profesor estuviera hablando ya que no quería conversar con mi compañero de biología. Pero fue inevitable recibir el papel que me dio con una sonrisa.
“Hola compañera”—decía el papel.
“Veo que decidiste volver a clases”—dije sin ganas de escribir.
“Nada me desvía de mis deberes”—leí y luego rodé los ojos para no escribir más.
—Bueno chicos, hagan sus trabajos con su compañero—dijo el profesor para luego sentarse en su escritorio.
“Perfecto, ahora no tengo la menor idea de que hacer”, pensé.
—Compañera, ¿de qué será el trabajo?
—Si no lo sabes tú, yo menos—dije sin mirarle.
Nuestras sillas estaban muy separadas porque yo ya quería irme de este lugar, Víctor me ponía los pelos de punta y no podía negar que a veces le temía.
—Es de uno de esos temas—le mire de reojo y estaba señalando la pizarra.
Ahí había varios títulos como sexualidad y herencia que es el que más me llamo la atención y por eso lo anote en mi libreta.
—Rebeca, quiero pedirte disculpas—voltee a verle, estaba serio nada de burla ni de dobles intenciones en su rostro.
—Lo único que agradezco de esa noche es que conocí toda la verdad—dije sin aceptar aun sus disculpas.
—Esa noche me sentía débil tanto física como mental y no me pude controlar, y al ser la única humana cerca pues flaqueo mi fuerza de voluntad—decía Víctor jugando con un lápiz entre sus manos—, y pues hueles delicioso…
—Para ahí, tus disculpas fueron lindas hasta que dijiste eso.
—Disculpa—dijo sonriendo—, lo que trato de decir es que esa noche no estaba en mis… cinco sentidos por decirlo así y no me controle. Sigo siendo un vampiro joven no me puedes culpar.
—En realidad si puedo, ¿a quién más culparía?—dije retóricamente.
—Está bien tienes razón—dijo levantando sus manos en forma de rendición—. Entonces ¿si me perdonas?—parecía un niño con esa sonrisa tan dulce, nunca imagine que él tenía ese lado.
—Pareces un niño y me conmueves, te perdono—dije con una media sonrisa.
—Perfecto—luego se acercó para abrazarme no le correspondí y de pronto sentí como olía mi cuello.
Me estremecí y luego le separe. Él tenía una sonrisa apenada y yo estaba—para que negarlo—un poco horrorizada, mis ojos estaban abiertos como platos.
—Lo siento, ya te dije que hueles muy bien—y luego dejo salir unas risas que disimulo con una tos fingida.
—Claro, como digas—dije volteando para ver al frente.
La clase se pasó un poco lenta, tal vez sea por el hecho de que estaba loca por salir de ese salón.
Víctor no insistió más en hablar conmigo y se lo agradecí. Él—aunque sabía que no era cierto—parecía estar dormido mientras apoyaba su cabeza en sus brazos que estaba cruzados sobre la mesa de trabajo.
Sonó el timbre que indicaba el fin de la clase, y sin poder evitarlo mi corazón empezó una loca carrera por el simple hecho de pensar que vería a Andrew. Aunque nos habíamos visto en historia todavía no habíamos hablado de nada desde… bueno desde que nos besamos.
Recogí mis cosas acelerada, pero al parecer hoy me invadía la torpeza y todo se me caía. Víctor se inclinó junto conmigo para recoger mi libro y mis libretas: — ¿Cuándo nos vemos para hacer el trabajo compañera?
—Pues no lo sé, ¿para cuándo es?—dije mientras nos levantábamos.
—La otra semana—respondió el.
—Bueno, ve a mi habitación cualquier día de esta semana después de clases.
—Está bien—dijo el mientras le daba la espalda para irme.
Camine con calma ya que no quería caerme y armar un espectáculo—el entretenimiento seria yo—y cuando al fin llegue al salón, Andrew estaba sentado delante de mi asiento.
Fui y me senté y sin esperar ni un poco el volteo a verme.
—Hola—salude tímida—, ¿hiciste el trabajo?
—Sí, trabaje de más a decir verdad—dijo el sonriendo.
El tomo los lienzos que estaban en el suelo a un lado de él, uno tenía a la Gioconda—que le había quedado muy bien—y el otro no lo lograba ver ya que él lo tenía volteado.
—Cómo explicarte, este lo hice especialmente para ti—dijo entregándomelo—es una de las cosas que vi el otro día mientras nos besamos.
Al ver la imagen le sonreí, era una chica estaba de espalda. Su cabello era largo hasta la cintura y oscuro, ella miraba su hombro por lo que se podía ver que se parecía mucho a mí. Tenía un vestido tal cual había soñado la noche anterior antes de que Claudia me despertara.
—Esta hermoso—dije mirando la pintura.
—Estas más hermosa ahora—dijo haciéndome saber que esa era yo.
Subí la mirada para encontrarme con la suya, fue un momento tan íntimo que me recordó a mi sueño, a través de sus ojos podía ver su alma.
En ese momento entro la profesora interrumpiendo nuestro momento para pedir nuestros trabajos de arte.
Había muchas cosas, como maquetas y pinturas como la nuestra.
Andrew se paró a entregar a la Gioconda y antes de darme cuenta la profesora estaba a mi lado detallando la pintura que estaba en mis manos.
—Que hermosa, ¿la hiciste tú?—preguntó.
—No, la hice yo—interrumpió Andrew sentándose en su asiento.
—Ya te he dicho que eres muy talentoso—dijo la profesora mirándole—, esta chica se parece a ti Rebeca.
—Sí—dije sonrojándome un poco.
Luego de hablar un poco de la pintura la profesora se puso a dar clases por lo que Andrew y yo no pudimos hablar demasiado. Ya tendríamos un tiempo para nosotros pero no después de esta clase ya que tendría que ir a ver a Jonathan.
Termino la clase y sin ánimos recogí mis cosas para ver a mi nuevo tutor.
— ¿Quieres que hagamos algo?—dijo Andrew susurrándome al oído cosa que me hizo estremecer.
—Sí, pero no puedo—dije volteándome para verle a la cara—tengo clases con el tal Jonathan.
—Ya veo, está bien nos vemos luego—y me dio un beso en la mejilla para luego irse.
Suspire y luego me dirigí a mi última clase del día.
Cuando llegue al salón Jonathan ya estaba aquí sentado en la misma silla de la vez pasada ojeando su libro.
—Hola dragón—dije sentándome.
—No me llames así—dijo serio. Pero que malhumorado era.
—Está bien, ¿qué haremos hoy?—pregunte sin verdadera curiosidad.
—Hechiceros—dijo cosa que me entusiasmo, podría conocer sobre Andrew.
—Perfecto, ¿qué me puedes decir de ellos?
—De repente te animas, ¿Por qué será?—dijo sin mirarme todavía.
—Porque es un tema interesante.
El me miro por unos segundos y luego se paró para sentarse en el escritorio que imagino usaba algún profesor en las horas normales de clases.
—Bien un hechicero, a diferencia de un mago que activa su magia a través de los conocimientos de los libros, no utiliza ningún idioma antiguo ni recurre a viejos libros de magia para activarla; ésta se activa a través del conocimiento profundo de la naturaleza, es decir, que su magia se expresa a voluntad a través de la palabra o movimientos; en ellos la magia es más que una ciencia, un arte intuitivo o un don; por lo que se dice que tienen poderes mágicos.
—Si tienen poderes mágicos, ¿de dónde provienen?, no puede estar ahí en la nada.
—Buena pregunta, y tienes razón no llegan de la nada.
— ¿Y dónde están?
—La única manera de explicarlo es esta—dijo mientras volteaba la silla con el espaldar hacia a mí para sentarse—. El corazón bombea la sangre para enviarla a todo el cuerpo ¿cierto?—Yo asentí—, bueno de algún lugar del cuerpo de un hechicero pasa lo mismo, esta magia es bombeada en el momento de ser usada.
— ¿Pero de dónde viene?
—En realidad es difícil saberlo, nadie lo ha descubierto—dijo el encogiéndose de hombros—, pero para mí es del mismo corazón. Claro que su magia solo se da con la práctica.
— ¿Qué más me puedes decir de estos?, de los hechiceros.
—Pues, se dice que en sus venas corre sangre de dragones, o sea que son descendientes de criaturas como yo—dijo para luego medio sonreír.
— ¿Cómo puedo diferenciar a un hechicero de un dragón?—dije como si de verdad pensara la pregunta.
—Es un poco difícil, al menos que los que nos represente, o sea a los dragones, este visible.
— ¿A qué te refieres?
—Un tatuaje, todo el que sea parte de mi raza tiene un tatuaje y no siempre es visible—se explicó—. Creo que los dragones llevan el tatuaje por ser una raza protectora, como ya lo sabes cómo dioses o guardianes.
—Oh, ¿y cómo es el tatuaje? ¿Dónde lo tienes?
—El mío no es visible, está en mi espalda—dijo el mirándome de reojo volviéndose a parar de su silla— ¿en serio tienes curiosidad de verlo?—hizo un mohín de disgusto.
—Oh seria genial—dije sonriente.
Entonces me dio la espalda para luego levantar su franela blanca hasta quitársela por encima de la cabeza.
Antes de notar el tatuaje en la parte alta, detalle su espalda ancha y bien formada. Se notaba que él hacía ejercicio y que era muy fuerte.
Mi mirada subió poco a poco y luego note la marca en forma de estrella de cuatro puntas negras en la cual debajo de esta había otras de puntas sin color, en el centro un pequeño cuadro negro de puntas dobladas. Rodeando la estrella y sus distintas puntas desiguales había una cola—supongo que de dragón—con muchas escamas, cada extremo de la cola tenia puntas negras.
No pude evitar tener recuerdos sobre esto, como si antes—en otra vida—mi alma hubiese visto este tatuaje. Por eso me pare de mi silla acercándome a él y sin poder evitarlo lo toque levemente.
Pero algo con lo que no conté es que al hacer contacto con la piel de Jonathan una sensación de paz me invadió de pies a cabeza. No sé si el habrá sentido lo mismo, pero se estremeció al sentir mi contacto y por eso se movió por lo que no pude tocarle más y la sensación se fue.
Él se colocó su camisa para luego voltearse y darme la cara: —Sentiste…
—Tienes las manos un poco frías—dijo interrumpiéndome—. Creo que ha sido todo por hoy, te puedes ir.
Él tomo sus cosas y camino hacia la puerta saliendo y dejándome sola en ese salón preguntándome ¿Qué habrá sido eso?
***
Era de noche y yo estaba recostada sobre mi cama pensando en ese momento en que toque la espalda de Jonathan—no es que inquiete haberle tocado, si no la sensación que tuve en ese momento—. Ya se había pasado el toque de queda ya que casi era media noche y Claudia había escapado igual que la noche anterior, con la diferencia de que esta vez yo no estaba dormida.
Mientras pensaba en ese momento una y mil veces más, mi mano en un acto distraído de mi parte se posó en mi pecho tocando la piedra de la luna que últimamente no me quitaba.
Esta piedra me trajo otro recuerdo. “No he podido hablar nada con él”, me reproche mentalmente pensando en Andrew mientras mi mirada se desviaba a la pintura hecha por el que descansaba en el suelo frente a mi cama.
Mientras seguía pensando—Ahora en Andrew—escuche unos ruidos en el balcón, y pensé que sería Claudia que ya había vuelto.
Note que el ruido era alguien tocando la puerta del balcón por lo que me pare de mi cama y fui a abrir la puerta.
Cuando abrí la puerta, sin mirar quien era le di la espalda para luego decir: —Claudia deberías dejar de escaparte, para que quieres…
Algo interrumpió mis palabras, ya que quien había entrado me tomo de la cintura jalándome hacia atrás y luego me volteo bruscamente. Me maree por el violento movimiento y cuando me recupere note quien era.
—Hola—dijo Andrew sonriendo tiernamente.
—Hola, estaba pensando en ti—dije para luego sonrojarme, agradeciendo que él no lo notaria por la poca luz que había.
Andrew me regalo una hermosa sonrisa solo para mí y de un momento a otro nos estábamos besando, un beso lento donde nuestros labios se movían sincronizada y tiernamente.
El empezó el beso y también lo termino dejando su frente unida a la mía: —No hemos tenido tiempo de aclarar nada—dijo el con sus ojos cerrados.
—No cierres tus ojos, son una ventana a tu alma—dije besando ligeramente sus labios de nuevo.
—Quiero decirte que te quiero y eso no es algo que yo diga seguido—dijo para luego reírse un poco.
Yo lo tome de la mano y lo guie hasta mi cama para que nos sentáramos uno frente al otro.
—Yo también te quiero—dije, todo esto era nuevo para mí y no podía evitar sentirme un poco tímida, por eso baje mi mirada.
El tomo mi barbilla para obligarme a mirarle: — ¿sabes que no debería estar aquí?
—Lo sé, no entiendo como Claudia puede escaparse todas las noches sin que nadie la descubra.
—Es una vampira muy veloz, al igual que todos los vampiros… tal vez eso le ayude.
De pronto estábamos envueltos en un silencio muy cómodo entre nosotros, no había palabras que pudieran describir el momento… era simplemente perfecto. Pero una sensación me envolvió y fue exactamente la misma que sentí cuando toque a Jonathan esta tarde. Entonces lo comprendí, el alma de Jonathan…
—Me encanta como te ves, eres hermosa—dijo Andrew sacándome de mis pensamientos.
—Gracias—dije recordando que estaba en pijama y de nuevo me sonroje.
—Aunque no quiero, debo irme—dijo parándose de mi cama—, no me sorprendería que mi madre me descubra, ¿recuerdas la charla de moral que te mencione?, fue más larga que la última vez que me vio con…—se calló.
— ¿Con quién?
—Con Camila—susurro.
—Lo supuse—dije un poco, bueno para que negarlo… un poco celosa.
Pero antes de que pudiera decir lo que sea el me beso ligeramente y dijo: —quiero que sepas, que nunca he estado con Camila en situaciones… comprometedoras—se explicó.
Yo lo único que hice fue reírme por la forma en que me explico que nunca había tenido sexo con Camila y aunque todo el mundo juraría que eso era la más negra de las blasfemia yo le creí, algo me decía que él siempre me diría la verdad.
Sin decir nada más Andrew beso mi mejilla en forma de despedida y luego se fue por el mismo lugar por el que llego—el balcón—, me pare de mi cama para cerrar la puerta y fue inevitable pensar: “El alma de Jonathan era conocida y debía conocer más de ella para saber si era mi… hermano”

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