viernes, 28 de octubre de 2011

Capítulo 4 - Compañera de Cuarto.

Después de que el tonto de Andrew se fue de mi habitación—y me recuperara de un ataque de hiperventilación—, me puse a acomodar mis cosas donde yo creía que debían estar.
Tome la cama que estaba más cerca de la puerta corrediza que iba al balcón y por lo tanto la más alejada del armario—que era enorme—. Coloque sobre la cama mi almohada y mi maleta para abrirla.
Tome la ropa y empecé a meterla en el armario. Metí en los cajones izquierdos mis pijamas y la ropa interior y colgué el resto en el tubo del armario. Me voltee para buscar el resto de la ropa y vi a una chica, grite del susto y ella empezó a gritar conmigo.
—Ya, ya, cálmate—decía la chica pelirroja—, siento haberte asustado.
—Casi me da un paro—dije poniendo mi mano sobre mi corazón dramáticamente.
—Lo siento de verdad—dijo en tono de disculpa—, soy Claudia Rocca de Venecia, tu nueva compañera de cuarto—dijo ofreciendo su mano.
Eso me sorprendió—aunque no debería ya que era obvio que si la habitación tenía dos camas era porque seriamos dos personas viviendo aquí—. El problema es que no me esperaba esto. Claudia era una chica linda, de ojos grises parecidos a los míos pero los resaltaba con un maquillaje oscuro y muy exagerado, una piel muy blanca y pecas en sus mejillas, su cabello rojo como ya había mencionado.
Su ropa era oscura al igual que su maquillaje, tenía un estilo gótico que no a cualquiera le quedaría tan bien como a ella. Era muy delgada, pero no como para decir que estaba enferma o algo así y era mucho más alta que yo, me llevaba una cabeza en altura.
—Soy Rebeca Anderson de California—dije estrechando su mano—es un placer conocerte.
Espero que nos llevemos bien.
Ayude a Claudia a desempacar sus cosas, mientras conversábamos para conocernos mejor. Supe que ambas teníamos diecisiete años y que teníamos solo una clase compartida. Su look gótico se debía a sus gustos góticos—valga la redundancia—, y que no era su primer año en la escuela. Luego de todo eso me pregunto algo que me dejo desconcertada.
—Y Rebeca, ¿Tu que eres?
—De que hablas—dije con una sonrisa mientras doblaba mi ropa y la suya.
—Tú sabes de que hablo, tu raza.
— ¿Perdón?
En ese momento ella noto la confusión en mi rostro y quedo creo que un poco consternada.
—Sabes que, olvídalo. Has como si no hubiera dicho nada.
—Es que, si dijiste. ¿Me puedes explicar que cosas hablas?—dije tratando de sonar amable pero no lo logre.
—No, enserio olvídalo—dijo un poco alterada—, ya vengo buscare algo en alguna parte—dijo y en unos segundos salió de la habitación dejándome sola.
Eso me dejo un poco confusa, ¿a que se refería ella con… raza?, y es que eso fue muy extraño.
Después de guardar toda la ropa—mía y de Claudia—, sentí un poco de hambre y sueño.
El problema no era el cansancio, si no que no sabía dónde rayos estaba la cafetería o como lo llamen aquí en Madrid, y las únicas personas a las que se me ocurrió preguntarles—Claudia y Andrew—estaban creo que fuera de mi alcance en estos momentos.
Me senté en mi cama, viendo las nuevas sabanas moradas de mi compañera y pensando en si salir a averiguar o no. No podría acostarme con hambre así que decidí salir de la habitación.
Camine hasta la puerta y me pare en seco. “Hay dos pasillos”, pensé. Fui a la derecha, de donde vine cuando llegue con Andrew y salí del edificio suponiendo que no habría comida aquí.  
Cuando estuve fuera me topé con Claudia—que ya no se veía alterada—, pero para evitar decidí seguir caminando y ella fue la que me hablo.
—Oye Rebeca, ¿A dónde vas?—dijo con una linda sonrisa.
—Eh, a buscar algo de comer—dije dudosa.
—Vamos, te acompaño—dijo siguiéndome. “Creo que mi compañera tiene serios síntomas de bipolaridad”, pensé y me reí para mis adentros.
Empecé a caminar sin rumbo, ya que no sabía a donde me dirigía, y al parecer iba en camino correcto ya que Claudia no insinuaba nada. La mire por el rabillo del ojo y se veía pensativa.
No la moleste, a lo mejor tenía un problema y obviamente todavía no era de su confianza como para contármelo, y la comprendía.
—Rebeca ¿a dónde vas?, la cafetería no es por aquí—dijo en un leve tono de burla.
—Es que, sinceramente no conozco el lugar. ¿Me puedes llevar a la cafetería?—dije en un divertido tono de súplica que provoco las risas de Claudia.
—Por supuesto, ven por aquí—dijo guiándome al lado contrario.
Al fin llegamos a la cafetería, y encantada por los distintos dulces compre una porción de pastel de chocolate, que me hizo recordar a mis padres, ya que mamá siempre en ocasiones especiales hacia un pastel muy parecido a este. Compre una botella de agua y luego de devorarme el pastel sin que Claudia comiera nada con la excusa de que no tenía hambre nos devolvimos a nuestra habitación.
Camino a la habitación, no hubo mucha conversación. Pero cuando llegamos, Claudia me pregunto algo inesperado pero mucho menos perturbador que su última pregunta.
—Rebeca, ¿Por qué viniste a este internado?
—Eh, buena pregunta—dije un poco pensativa—, a decir verdad desde muy pequeña encontré en la web información sobre este internado y me encanto. Hace unos pocos días me había resignado ya a que me dieran la beca…
—Oh, ¿eres becada?—pregunto sin verdadero asombro.
—Sí, es que mis padres no podían pagar. No es que este en una mala situación económica pero este internado esta entre los más caros del mundo.
—Si lo sé, mi familia lo paga—dijo sonriendo.
—Oh bien… pues me había resignado y a los días llego la carta diciendo que me había ganado la beca al lugar de mis sueños.
—Pues te felicito, ganarse una beca aquí no es nada fácil ya que de la directora hasta el conserje son exigentes con el trabajo.
—Gracias.
Seguimos hablando de nuestras vidas, Claudia dijo que quería estudiar para ser abogada y me recordó a papá y luego yo le dije que quería ser una doctora de gran prestigio.
Entre charla y charla no note la hora, pero cuando vi el reloj despertador de mi mesita de noche vi que ya iban para la una de la madrugada.
—Sera mejor que durmamos un poco—dijo Claudia un poco nerviosa.
—Oh, claro tienes razón.
Me metí al baño a cambiar mi ropa por una cómoda pijama abrigada—era increíble el frio que hacía en este lugar en comparación con San Francisco—y cepille mis dientes. Cuando salí Claudia ya estaba acostada sin arroparse.
—Apaga la luz por favor—dijo Claudia en un susurro.
—Claro—apague la luz como me dijo y me acosté en mi cama.
Espere unos minutos y cuando me di cuenta ya estaba totalmente metida en mi inconciencia.
***
Era un lugar muy oscuro, y hacia un frio que congelaba mis músculos. Trate de adaptar mi vista a la oscuridad y cuando lo logre me encontraba en un bosque rodeada de puros ojos rojos y brillantes a mi alrededor. Sentí en ese momento la desesperación llegar a mí, y empecé a correr con la esperanza de llegar a un lugar conocido o encontrar a alguien que me ayudara.
Frene en seco al ver a Claudia parada frente a mí, se veía preocupada. Abrí mi boca para gritarle, decirle que corriera en dirección opuesta a esos ojos que me perseguían pero de mi boca no salió palabra.
—Te dije que este no era un lugar para ti, vuelve a tu hogar—dijo Claudia en un susurro.
Ella noto la confusión de mi rostro y trato de explicarme.
—Eres muy importante para este mundo, y aquí solo buscaras tu destrucción. Huye de este lugar.
En ese momento desperté. Gracias a Dios solo era un sueño, muy extraño y horrible que obviamente no entendí. Tal vez era el cambio de horario.
Mi vista estaba fija en la luz de la luna que se veía por la puerta corrediza, en ese momento note que estaba un poco abierta.
Me voltee para ver si volvía a conciliar el sueño, y cuando vi hacia la cama purpura Claudia no estaba ahí acostada.
Busque el reloj y eran las cinco de la madrugada, ¿Dónde podría estar Claudia?
Lo pensé un buen rato y una idea me vino a la cabeza, seguro fue por lago de comer ya que no había cenado y estaba en el balcón para no despertarme. Seguro era eso.
Quería cerciorarme de que Claudia estaba bien pero seguía cansada y el sueño me venció antes de que pudiera pararme de mi cama.


No hay comentarios:

Publicar un comentario