sábado, 29 de octubre de 2011

Capítulo 14 - Una Leyenda Cierta.

Veía todo tipos de criaturas a mí alrededor y sabía que nada era real ¿o sí?, no importa porque esas imágenes fueron las que me trajeron de vuelta al mundo real que no era tampoco muy diferente de ese. Me refiero a que estaba soñando y sabía que lo que había provocado ese sueño eran los extraños sucesos de ayer. En eso recordé que anoche yo no estaba sola.
Me senté en mi cama estirándome y en la cama de Claudia estaba el. Andrew dormía igual que como estaba ayer—Una camisa manga larga color celeste y un pantalón azul de vestir—lo que indicaba que tal y como había prometido no me había dejado sola.
Eso me hizo sonreír como una tonta.
Me pare de mi cama y tratando de hacer el menor sonido posible tome ropa limpia de mi armario y fui al baño.
Lave mis dientes y cepille mi cabello para luego ponerme los típicos jeans y una blusa por los hombros suelta color azul marino, y antes de salir de ahí encontré en donde guardaba el cepillo de dientes mi collar de la piedra de la luna y me la coloque. Salí del baño y Andrew seguía dormido por lo que decidí despertarlo.
Me senté a su lado en la cama—él estaba en posición fetal como mirando el lugar donde yo estaba sentada—y acerque mi rostro a su oído.
—Andrew, ya es hora de despertar—dije en un susurro al cual el no respondió.
Hice una mueca de disgusto, no es que me enojara que el durmiera pero tenía ganas de hablar con él para saber más sobre… todo a decir verdad, por eso insistí.
—Andrew, despierta por favor—lo único que hizo fue quejarse como un niño que no quiere ir a la escuela— ¡Andrew!—dije un poco más fuerte.
Yo tenía mi cara muy cerca de su oído y por eso cuando reacciono y volteo su rostro quedamos a unos pocos centímetro uno del otro. Me puse nerviosa, una gran necesidad de besarle me invadió mientras esos ojos verdes me miraban.
Nos quedamos así unos segundos y por alguna razón mi cuerpo no se movía ni un centímetro. Él sonrió burlonamente—típico de el—y se acercó rápidamente a mí para robarme un ligero beso.
Me aleje para que nada se prolongara, no me parecía apropiado: —No hagas eso—dije sonrojándome aun sentada mientras él se levantaba para estirarse.
—No me parecía que te iba a molestar, ya que no te querías mover—percibí la sonrisa en su voz—. Sabes, si mi madre se entera de que dormí aquí me mataría, cruce la regla de oro para ella.
— ¿Regla de oro?—dije sabiendo a que se refería.
—Sí, dormir en las habitaciones de las chicas. Aunque no hice nada a lo que ella le teme—luego escuche sus carcajadas.
De pronto no escuche más nada, pero sentí como se volvía a acostar en la cama.
— ¿Por qué te vuelves a acostar?—pregunté.
—Por lo que veo no viste la hora, son las nueve no creo que haya alguien despierto en el instituto a parte de nosotros—se explicó.
—Es que no pude dormir más, tenía pesadillas con…
—Déjame adivinar ¿Lobos?—Sonrió—, no te preocupes no te pasara nada aquí y menos conmigo a tu lado y aunque me duela aceptarlo Peter también sabe cuidar de ti.
— ¿Peter? ¿Por qué dices eso?—pregunte confundida. La verdad a pesar de lo de ayer yo quiero mucho a Peter y es un gran amigo para mí, aunque ahora le tema un poco.
Lo mire esperando mi respuesta, que obviamente él no decía. De pronto se volvió a parar de la cama y se dirigió al baño: — ¿No responderás?
—Creo que fue una buena idea despertar temprano, debo llevarte a hablar con mamá.
Dijo antes de cerrar la puerta del baño, lo espere unos momentos mientras—imagino—hacia sus necesidades humanas. Bueno lo que había de humano en él, porque no creo que un hechicero sea humano ¿o sí?
En ese momento salió del baño interrumpiendo mis pensamientos y me hizo señas para que le siguiera fuera de la habitación, y fue lo que hice.
Mientras caminabas por el instituto—que en su mayoría descasaba—una pregunta paseaba por mi cabeza.
— ¿Puedo hacerte solo una pregunta que si me puedas responder tú?—dije adelantándome para mirarle a la cara.
—Ya lo estás haciendo—dijo en tono burlón.
—Sabes de que hablo.
—Claro, haz tu pregunta—y luego se rio.
— ¿Por qué tanto misterio con todo lo que pasa aquí?, me refiero a lo que son todos ustedes—pregunte ingenua.
— ¿Crees que en esta sociedad aceptaría por ejemplo a un licántropo?, pues no lo haría y por eso lo mantenemos en secreto.
Para cuando había respondido mi pregunta ya habíamos llegado al edificio administrativo.
— ¿Acaso tu mamá siempre está en su oficina?
—No, ahora debe estar en su casi departamento.
Tomamos unas escaleras las cuales jamás había visto—solo había visto las del lado derecho—que nos llevaba a una puerta. Andrew la abrió dejando ver un elegante lugar.
Del lado izquierdo había unos muebles—era una especia de sala de estar—color blanco con una mesita de té en medio. En el lado izquierdo había un sillón de madera que en frente tenía un televisor donde la familia podía compartir. Detrás del sillón de madera en la pared había un aire acondicionado.
Podía ver que si pasaba el pasillo—donde había una especie de arco—se encontraba el comedor y del lado derecho una puerta que imagine que era la cocina. Las paredes eran de colores pasteles que hacían resaltar el color de los muebles.
Andrew grito el nombre de su madre pidiéndole que saliera a la sala de estar. Ella en unos pocos segundos se unió a nosotros.
—Bueno días Rebeca, sabía que eras tú no imagino a otra persona que levante a mi hijo a esta hora un domingo—dijo ella sonriendo mientras nos invitaba a sentarnos en los muebles blancos.
—En realidad no me fije en la hora, es que no pude dormir más—dije un poco nerviosa, sentía que hoy iba a enterarme de más cosas aun.
—Mamá vinimos porque como podrás entender, Rebeca tiene muchas preguntas—se explicó Andrew.
—Está bien, esto será un poco largo—dijo ella mientras se paraba—. ¿Quieres algo de tomar?
—Solo agua por favor—en eso ella paso por la puerta que yo supuse era la cocina.
Y de nuevo tenía una pregunta.
—Andrew, disculpa que sea tan entrometida…
—Eso no me molesta—dijo interrumpiéndome.
—Está bien te preguntare, ¿Dónde está tu padre?
—Buena pregunta. Él es un investigador, pero no como cualquiera.
—Explícate mejor por favor—le pedí.
—Al ser muy conocedor de… ciertas razas, las investiga a fondo. Algo así como el estudio de la herencia espiritual y cosas de esas, normalmente llega a la escuela casi en diciembre para pasar las navidades con nosotros, pero siempre está en contacto con mamá.
Mientras que procesaba la información, escuche dos palabras que me llamaron mucho la atención y me trajeron recuerdos de mi llegada a este lugar. Herencia espiritual.
— ¿Herencia espiritual?—pregunté.
—Ya te lo explicara mi madre—dijo sonriendo dulcemente.
En ese momento, la señora Copelan salió de la cocina con dos vasos, uno de agua y uno de jugo: —Tengan chicos—ofreció el vaso a cada uno.
—Señora Copelan, estaba hablando con Andrew de su esposo y me dijo algo sobre la herencia espiritual, me puede explicar eso.
Ella suspiro, como preparándose para la explicación y luego empezó a hablar.
—Antes que nada te preguntaras ¿Por qué te hemos aceptado aquí si no eres como ninguno de nosotros?
—A decir verdad, no lo había pensado pero sería bueno escucharlo.
—Está bien, tú eres heredera de una larga línea espiritual. No sé si habrás escuchado la “leyenda” de esa piedra que llevas en tu cuello, pero es parte de tu herencia.
— ¿Cómo saben que soy yo?
—Pues porque no cualquiera puede llevar un poder tan fuerte como ese ligeramente por el mundo.
—Explícate mejor mamá—dijo Andrew.
—Tu espíritu es tan viejo como esa piedra, que ha estado en el mundo desde hace ya varios siglos. Tú la puedes llevar porque fuiste elegida para eso. Si una persona tratara de robar y llevar la piedra así como tú lo haces su fuerza seria consumida por esta roca o cualquiera de las otras hasta llegar al exagerado punto de quitarle la energía necesaria para poder vivir—se explicó—. Solo dos personas pueden llevarlas en este mundo y son tú y tu hermano por espíritu, pero conociendo la leyenda hay que protegerlas de él ya que sabemos que hay ciertas personas que son adictas al poder.
— ¿Cómo puedo saber yo que todo es cierto?
—Pues mientras más contacto con este mundo, diferente al tuyo, tu espíritu recobrara recuerdos de tus vidas pasadas, al igual que otros espíritus tan viejos como el tuyo.
— ¿Cómo puedo reconocer a estos… espíritus?
—Pues por contacto visual, directamente a los ojos, a veces es necesario contacto físico que puede ser ligero como un roce de manos o extremo como un beso o relaciones sexuales.
—Estos es muy extraño—dije más nerviosa que antes.
—Te iras acostumbrando—respondió ella como si fuera mi madre.
—No lo creo—susurre para mí misma.
—Y otra cosa querida, como la única portadora de las piedras conocida por nosotros deberás buscar el resto dentro y fuera de esta escuela. Te daré la que está en mi oficina mañana después de la nueva clase que te he asignado.
—Disculpe, ¿otra clase?
—Sí, al haber descubierto todo por ciertos incidentes deberás conocer todo lo posible sobre nuestro mundo así como nosotros vamos conociendo el tuyo.
— ¿Cuándo veré esa clase, y con quién?—dije un poco molesta.
—Dos veces a la semana, martes y jueves para ser exacta con uno de nuestros alumnos más reconocidos.
— ¿Puedo saber su nombre? ¿O será otro misterio?—dije sarcástica.
—Es Jonathan Wilson. Hijo tú la acompañaras a hacer su deber, me refiero a buscar las piedras—ella estaba seria.
—Sera todo un placer—dijo el tan serio como ella.
—Entonces como veré clases sobre criaturas míticas, creo que no tengo más preguntas para usted.
—Estas equivocada, y lo que me preguntaste sobre Peter…—dijo Andrew.
—Oh cierto, Andrew menciono algo de que Peter sabe bien como protegerme pero note algo más en eso…
—Es que Peter comparte una herencia familiar que trata de protegerte, ósea a tu espíritu. El será como tu mejor amigo.
—Es mi mejor amigo—dije en un susurro.
—Bueno creo que ahora todo quedo claro—dijo Andrew levantándose.
—No todo hijo, ¿Por qué tienes la misma ropa de ayer?—dijo ella levantando una ceja.
—Eh… Rebeca es hora de irnos—Andrew me tomo de la mano y tan rápido como pudo me saco del lugar para no responder a la pregunta de la directora.
Caminamos fuera del edificio y por lo que vi el camino que él tomaba era la cafetería, lo seguí con gusto ya que ya me empezaba a dar hambre.
Me puse a pensar en todo lo que había averiguado hoy, tome la muñeca de Andrew—donde tenía un Reloj—y note que habían pasado dos horas mientras averiguaba nuevas cosas extrañas sobre mí.
—Más tarde me viene una charla de moral y esas cosas—dijo Andrew para sí mismo.
—Pues, creo que te la mereces—dije seria recordando el día que Andrew salió enfadado de la cafetería con Camila.
— ¿Por qué lo dices?
—No te diré, primero ya lo sabes y segundo… no quiero empezar de nuevo una discusión contigo, estoy harta de pelear.
—Si te refieres a Camila, creo que si necesito una charla de moral.
—Este día pasara a la historia, me estás dando la razón—dije sarcástica mientras sonreía de verdad.
El correspondió a mi sonrisa: —Es que creo que si la trato como… a una cualquiera—dijo sonriendo pero mirando el suelo un poco apenado—, es que ella se deja y pues yo soy hombre.
—Creo que esa no es excusa—dije quitando todo rastro de diversión.
—Pues es la única que me puedo inventar.
—Eso me molesta—dije sin pensar para luego arrepentirme.
— ¿Qué cosa?
—No nada, no me hagas caso.
—Primera vez que tenemos una charla normal y tú no te quieres abrir al igual que yo—dijo como si estuviera ofendido.
—Es que no quiero decirte eso.
—Por favor—rogo mientas se paraba frente a mí y tomaba mi barbilla para obligarme a verle a los ojos, y a decir verdad ya no me pude resistir y lo solté todo.
—Me molesta que… estés con ella frente a mi besuqueándola y toqueteándola, odio que anden como la pareja más conocida de la escuela, la odio a ella porque es una perra y te odio a ti por estar con ella diciendo que eres solo su amigo y aprovecharte de eso para obtener lo que todo hombre quiere de una mujer pues porque me hace perder confianza en ti.
El solo me miraba sin decir nada, y vi cómo se acercaba poco a poco a mí. De verdad no había nada más que quisiera que fuera besarle pero no se lo dejaría fácil, yo no sería otra Camila más para él, por eso quite su mano de mi barbilla y me aleje un poco: —Vayamos a comer ¿sí?
—Claro vamos—y con un poco de tensión en el habiente que nos rodeaba fuimos a la cafetería a compartir el desayuno. 

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