La que había sido la semana más larga de mi vida, a otros se les había pasado en un abrir y cerrar de ojos.
Y aquí estaba yo, a menos de doce horas de estar en camino a otro continente y mi ropa, toda, estaba fuera de mi maleta.
Empecé a tomar mis blusas y a doblarlas. Había tanta ropa, tanto afuera como adentro de mi closet, en el suelo y en mi cama que sentí que me volvería loca.
Sentí que tocaron la puerta y a quien fuera lo invite a pasar a mi desastre personal.
—Hija, ¿Todo bien?—pregunto mamá asombrada por mi desorden.
—Perfecto, estoy empacando—dije sonriendo, pero mamá me conocía lo suficiente como para saber que estaba al borde de la locura.
Por eso, mamá se acercó y se sentó en el único espacio vacío de mi cama. Yo no la observaba ya que estaba doblando las prendas que metería en las maletas.
—Te puedo ayudar, cariño—dijo mamá mientras tomaba mi ropa—. Sabes, tu padre está preocupado por ti.
— ¿Por qué?—pregunte.
—Pues te vas a vivir prácticamente sola en otro continente, creo que es razón suficiente.
—No viviré sola, viviré con otros estudiantes.
—Eso también le preocupa nena—dijo angustiada, ahí note que ocultaba su preocupación usando a papá.
— ¿Te preocupan los chicos?—dije en tono de burla.
—A decir verdad, sí.
—Mamá yo voy a estudiar, no a…
—No lo digas—grito mamá—entiendo tu punto, y confío en ti.
—No te angusties por cosas que no vienen al caso, mamá—dije con una sonrisa.
—Yo no soy la angustiada, es tu padre ya te lo dije.
—Claro mamá, lo que digas.
Esa noche cene en mi habitación, y el resto estuve empacando con mamá. Metimos todo tipo de ropa mientras hablábamos de cualquier cosa que se nos ocurriera, menos ese tipo de temas incomodos como hace rato.
Ya era la hora de que me acostara a dormir ya que debía estar temprano en el aeropuerto.
—Hija, antes de que duermas me gustaría decirte algo más.
—Soy toda oídos—respondí un poco cansada.
—Sabemos que mientras estés allá, vas a necesitar más dinero que la simple mesada que te damos aquí.
— ¿Y cómo solucionamos eso?
—Bueno, ya tienes diecisiete años y por eso decidimos abrirte una cuenta personal en un banco internacional donde te depositaremos tu mesada, será más de lo que te damos normalmente.
— ¿Enserio mamá?—dije un poco sorprendida, nunca pensé que mamá y papá pensarían en eso.
—Por supuesto, pero debes ser responsable con el dinero no podemos depositarte dos veces al mes cariño.
—Está bien, seré responsable y gracias.
—Toma esto, y guárdalo de una vez en tu bolso.
Me entrego un sobre con el nombre del banco al que me depositarían el dinero, dentro de este estaba el número de la cuenta, una tarjeta y cien dólares en efectivo.
—Gracias de nuevo mamá—y luego fui a abrazarla, les debía tanto a mis padres.
—Ve a dormir, mañana será un gran día.
—Está bien—y con eso ella se fue de mi habitación dejándome sola.
Termine de recoger ciertas cosas para que mi cuarto se viera ordenado en el momento de irme, mientras estaba pensando en que sorpresas me traería el nuevo instituto.
Al fin me acosté en mi cama con la esperanza de quedarme dormida rápido, hace rato me sentía cansada pero ya no era el caso. Estaba muy despierta y no podía ni cerrar los ojos para conciliar el sueño.
Miraba el reloj que tenía en la mesita al lado de mi cama, era medianoche y yo no podía pegar el ojo. Estuve pensando mucho en el gran paso que iba a dar y el cambio que estaba por ocurrir en mi vida.
En el transcurso de la noche vi muchas veces el reloj sin conciliar el sueño hasta que caí en la inconciencia.
***
Sentía como iba despertando de un sueño que no recordaba, y a lo lejos se escuchaba ¿una alarma?, si eso era. Era la alarma de un reloj… de mi reloj. Cuando reconocí el sonido, abrí los ojos de golpe y vi la hora. ¡Oh por Dios! Estaba retrasada.
Me pare de un salto de mi cama, y tomando mis cosas de aseo salí corriendo de mi habitación escaleras abajo. Entre en mi baño y me cepille los dientes, no tenía tiempo para duchas y por eso volví a mi habitación para vestirme.
Recogí mi cabello en una cola de caballo, y me puse un suéter de cuello de tortuga color lila y los tradicionales jeans. Me coloque mis zapatillas del mismo color de la blusa y baje las escaleras hasta el cuarto de mis padres.
Toque la puerta varias veces hasta que salió mamá casi lista para irse, eso quería decir que se habían despertado mucho antes que yo.
— ¿Por qué no me despertaron?—grité.
—No me hables en ese tono jovencita, al parecer te levantaste del lado equivocado de la cama.
—No fue del lado equivocado, fue a la hora equivocada. Ya debemos irnos, ¿están listos cierto?
—Si cariño—escuche a papá desde dentro de la habitación.
Salí disparada de nuevo a mi habitación en busca de mis maletas—dos maletas grandes y una de mano para ser exacta—y las baje poco a poco para que papá las llevara al auto.
Cuando al fin estuvimos listos para ir al aeropuerto salimos de casa. Revise mi bolso y todo estaba ahí mi pasaporte, el boleto, la tarjeta, el dinero en efectivo… todo estaba en orden.
Tome mi Ipod y puse música en un tono prudente para poder escuchar si mamá o papá me hablaban pero el camino hacia el aeropuerto fue un poco callado.
Llegamos al aeropuerto y mis padres me acompañaron hasta el momento en que llamaron a las personas de mi vuelo a abordar el avión. En ese momento me dio nostalgia y alegría a la vez.
—Mamá, Papá… los voy a extrañar—dije sonriente.
—Cuídate cielo—dijo papá mientras me abrazaba.
—Te quiero hija, ya quiero que lleguen las vacaciones de navidad. No sabes la falta que me harás—dijo mamá.
—Y ustedes a mí— les di un beso a cada uno en la mejilla tome mis maletas y fui a entregar el boleto de avión.
Desde aquí me tocaba estar sola, y valerme por mi misma.
Le entregue a la señorita que estaba en la puerta mi boleto, voltee a ver a mamá y papá que se abrazaban y me despedí con un gesto de la mano para luego cruzar la puerta e iniciar una nueva fase de mi vida.

No hay comentarios:
Publicar un comentario