Estaba tan increíblemente cansada que dormí corrido hasta el día siguiente, y desperté en la mañana con mucha energía de sobra.
Al abrir mis ojos ya era las siete y treinta y debíamos alistarnos—Claudia y yo—para el primer día de clases.
Me pare de un salto y fui a la cama de mi compañera para despertarla: —Claudia, despierta—gritaba eufórica.
— ¿Qué pasa?—pregunto ella serena.
—Debemos alistarnos—y sonreí con ganas—, ¿Qué crees que debería ponerme hoy?
—Eh, el uniforme por supuesto—dijo con expresión burlona.
— ¿Uniforme?, pero yo no tengo…
—Si tienes, todos lo tienen—dijo interrumpiéndome—, como se ve que no revisaste el armario antes de guardar tus cosas. Esta escuela es tan prestigiosa que manda a hacer los uniformes a la medida para cada alumno, todos los años.
—Oh, que fantástico—dije corriendo hacia nuestro armario y buscando hasta el fondo los uniformes.
Eran muy lindos—o por lo menos eso me parecía a mí—, una falda color gris plisada que me llegaba por encima de las rodillas, arriba una chemise blanca que si quieres la puedes acompañar con un suéter vino con el escudo del instituto.
— ¿Te parece fantástico?—pregunto Claudia tomando el suyo.
—Sí, están hermosos.
—El año pasado era azul marino en vez de vino.
—Me lo pondré—fui al baño para vestirme, me puse la chemise y la falda gris y solo para ver como lucia el suéter vino, solté mi cabellos dejando risos suaves en las puntas. Me veía bien.
Salí del baño para ver a Claudia lista. Vestía lo mismo que yo a diferencia de su cabello que estaba recogido en una cola alta y sus zapatillas negras.
—Te ves bien—le oí decir a Claudia.
—Gracias, tu igual—dije mientras buscaba en mi parte del armario un calzado para hoy y lo que encontré… fueron unas converse todas negras y fue lo que me puse—. Estoy lista.
Claudia iba en el mismo curso que yo, pero no compartíamos ninguna clase juntas excepto por literatura, que era antes del almuerzo.
Fuimos a desayunar en la cafetería de nuestro edificio. Pedimos nuestro desayuno—bueno yo pedí mi desayuno y Claudia pidió una bebida de nombre extraño—y nos sentamos solas en una mesa.
Sin decir palabras yo empecé a desayunar y ella a beber su cosa rara: — ¿Qué es?—pregunte señalando su baso térmico.
—Eh, es una bebida energizante—respondió nerviosa—, yo la necesito por eso me la venden.
— ¿Y cómo saben que la necesitas?—pregunte distraída.
—Pues porque está en mis papeles de ingreso al instituto.
—Oh—fue lo único que respondí.
Mientras comía mi cereal vi entrar a Camila a la cafetería, al parecer estábamos en el mismo edificio. Esta se veía muy emocionada mientras hablaba con sus amigas, daba brinquitos y gritaba de emoción.
La ignore ya que ese tipo de personas no llamaban mi atención, además había algo en ella que me llenaba de desconfianza.
— ¿Vamos?—oí preguntar a Claudia.
—Eh, claro—entonces nos paramos y salimos del lugar caminando con tranquilidad.
Mi primera clase era cálculo, algo en lo que era buena, pero que me daba ganas e dormir.
—Estoy un poco nerviosa—dije.
— ¿Por qué?—pregunto Claudia que me acompañaba a mi clase.
—Porque no conozco absolutamente a nadie que me pueda ayudar a encontrar mis salones, y tú no estarás detrás de mí todo el día.
—Tienes razón, pero a alguien tendrás que conocer, no te preocupes por eso.
Caminamos un poco más hasta llegar al edificio cinco, donde estaba mi clase.
—Bueno hasta aquí te puedo acompañar, mi clase está en el edificio tres. ¿Sabes dónde queda el salón?
—Eh, si—mentí. A pesar de que conocí todo ayer, no lo recordaba del todo.
—Entonces, te deseo suerte—y con eso Claudia se fue despidiéndose con un gesto de la mano.
Suspire, y me adentre en el edificio. Camine por los pasillos observando las puertas abiertas buscando una que dijera calculo, pero no la ubicaba.
Subí las escaleras con cuidado para no tropezar y seguí buscando el salón donde debería tener mi clase.
Iba tan distraída mirando las puertas que no vi que delante de mí había una persona y tropecé pinzándole un pie a quien fuera que estuviera delante de mí.
—Oh lo siento, de verdad lo siento—dije mirando al chico delante de mí que al parecer no sintió dolor con mi pisada.
—No te preocupes—dijo con una voz grave que increíblemente podía llegar a ser dulce.
Era lindo, su cabellos rubio y liso le llegaba a la mitad de la cara era mucho más alto que yo y muy musculoso. Así podría pasar por el típico chico deportista que solo sale con porristas, pero el parecía más que eso.
—Eh hola, soy Rebeca—dije ofreciendo mi mano.
—Es un placer, soy Peter.
Era muy blanco, tan blanco como Claudia y tenía unos ojos oscuros que podían pasar por negros.
—Me parecía que buscabas algo antes de que me pisaras—dijo conteniendo una sonrisa.
—Pues sí, buscaba el salón del cálculo—dije un poco apenada.
—Entonces estas de suerte, ya que yo estoy en esa clase, además te digo que ya lo ibas a encontrar—dijo señalando hacia atrás de él con su dedo pulgar—, si quieres podemos ir juntos.
—Gracias, eres muy amable—dije con una sonrisa a la cual el correspondió con otra que me dejo ver sus hermosa dentadura blanca.
Dimos unos pocos pasos hacia donde yo me dirigía y ahí estaba el salón de cálculo. Entramos y vi que habían ya muchas personas sentadas por eso me fui hacia atrás para evitar las miradas incomodas.
Peter me siguió y se sentó en unos de los puestos vacíos a mi lado. Lo agradecí ya que no quería sentirme sola.
— ¿Y de dónde eres Rebeca?—pregunto Peter curioso.
—Soy de San Francisco California—dije alegre.
—Que bien, yo soy de Texas—sonrió.
En eso entro en profesor y detrás de él venían Camila y sus discípulas.
—Buenos días chicos, y bienvenidos a un nuevo año en el instituto—dijo el profesor con una voz fañosa, como si hablara por la nariz—, Camila la presidenta del comité de bailes del instituto—la señalo mientras ella sonreía—viene a darles una información.
Ella caminos hasta el frente de la clase para quedar por delante del profesor.
—Hola chicos y chicas, como saben ya empezamos el curso y el comité para darles la bienvenida al igual que todos los años está organizando el baile. Dicho baile será para dentro de dos semanas y por eso estamos buscando voluntarios para la decoración y todo lo importante. ¿Hay alguien que se ofrezca?
Yo obviamente no me interesaba en esas cosas, y lo más probable es que ni me acerara al baile. Por lo que estaba viendo muchos compartían mi forma de pensar ya que de treinta personas sentadas en este lugar solo una se ofreció. Una chica que al parecer era amiga de Camila por como la trato.
—Bueno eso es todo, las audiciones para porristas serán la otra semana y del equipo de futbol se encarga nuestro querido Andrew Copelan y el entrenador—dijo sonriendo con malicia al mencionar el nombre del chico—con esto me retiro, y que pasen buen día.
Después de eso ella salió del salón con sus amigas detrás de ella y el profesor inicio su clase. Por suerte era algo que ya había aprendido antes de las vacaciones de verano en California y por eso no preste mucha atención.
Luego de una hora entera de dibujar círculos de colores en mis apuntes sonó el timbre que indicaba que ya iniciaría la otra clase.
—Para mañana quiero que cada quien tenga una pareja de trabajo, ya que tendremos muchas cosas que hacer en pareja. Que tengan buen día—dijo el profesor con su voz fañosa.
Estaba recogiendo mis cosas y viendo mi horario, ahora tendría historia en este mismo edificio.
— ¿Te gustaría ser mi pareja?—dijo Peter parándose frente a mí.
—Eh, disculpa ¿De qué hablas?—dije, no quería rechazarlo para el baile.
—Mi pareja en cálculo—dijo sonriendo, como si hubiera entendido el doble sentido de la pregunta.
—En cálculo, por supuesto—sonreí.
— ¿Qué clase tienes ahora?—pregunto despreocupado.
—Historia ¿y tú?—dije esperanzada para que me acompañara.
—Literatura en el edificio tres, pero te puedo acompañar si quieres.
—Oh, por favor no me quiero perder—dije un poco apenada.
Caminamos solo unos pocos pasos hablando sobre nuestra vida en nuestros queridos lugares de nacimiento pero llegamos muy pronto al salón de historia y la conversación no pudo continuar.
—Si quieres, podríamos almorzar juntos para seguir nuestra conversación.
—Seria genial, ¿te parece si nos vemos en el edificio Julieth?—pregunte.
—Claro allá te veo, hasta entonces—y se fue caminando con tranquilidad.
Respire profundamente y entre a mi siguiente clase notando que el profesor ya estaba.
—Gracias por unírsenos, ¿Usted es…?
—Rebeca Anderson—dije sonrojándome cada vez más frente a la clase.
—Sí, usted es la chica nueva. Bienvenida, vaya a su asiento y no se retrase más, por favor.
—Lo siento—susurre mientras caminaba hacia el único asiento libre.
Me senté sin mirar a los lados y sin notar quien estaba en el salón. Saque mi cuaderno de apuntes y trate de prestar atención a una materia que era totalmente diferente en Estados Unidos.
A lo lejos escuche un susurro, algo así como “cámbiame el asiento”, pero no preste atención, no quería más inconvenientes con el profesor.
—Señor Copelan, que sea hijo de la directora no quiere decir que pueda hacer lo que quiera.
Al escuchar su nombre voltee a ver de dónde había escuchado un susurro, y ahí estaba en cuclillas sobre el asiento que estaba a mi lado.
—Lo siento señor, solo quería este asiento para sentirme más cómodo en su clase, y prestar así más atención—en eso me miro y me guiño el ojo y mi respuesta no pudo ser más que ruborizarme.
—Claro como diga, pero no interrumpa mi clase y siéntese de una buena vez—dijo el profesor severo mientras Andrew se sentaba sonriente.
Trate de ignorarlo, pero no podía. Sentí que se aclaraba la garganta y por eso lo mire. En el borde de su escritorio estaba un papel doblado que imagine que estaría escrito.
Disimuladamente tome el papel y lo desdoble. Este decía:
“Ayer me quede con las ganas de verte, pero imagino que estarías muy cansada”
Al leer eso sonreí y escribí: “Si, un poco, solo me dormí desde que saliste de mi habitación hasta… pues hasta hoy”
Le di el papel y cuando lo leyó contuvo una pequeña carcajada, y luego de escribir me lo paso.
“Espero que ayer hayas pasado un buen rato conmigo”
En el momento que iba a escribir sentí como Andrew me arrebataba el papel, y unos pocos segundos después sentí una alta persona a mi lado. Sentí la necesidad de golpear mi cabeza contra mi escritorio.
—Señorita Anderson, ¿me puede decir de que estaba hablando hace unos segundos antes de que las risas de usted y su compañero nos interrumpieran?
Sentí como me ponía como un tomate ya que la sangre subía a mi rostro, y encontré la manera de negar a su pregunta con la mirada baja.
—No señor, no tengo idea.
—Eso pensé, ¿Y usted señor Andrew?—pregunto el profesor.
Mire hacia mi lado izquierdo, y con asombro vi la viva imagen de la despreocupación. Andrew con sus piernas estiradas y sus brazos atrás de su nuca casi podría estar acostado en su asiento.
—No lo sé señor—respondió sonriente.
—Me parece excelente su manera de responder, me gustaría saber cómo lo tomaría su señora madre.
—Hmmm, pues preguntémosle—dijo Andrew presumido.
—Si eso quiere, vayan a la oficina de la directora y no vuelvan a mi clase hasta no traer esta nota firmada por la señora Copelan.
Ahora sí, apoye la cabeza en mi escritorio ocultando la vergüenza, en San Francisco nunca me había pasado esto. Luego de procesarlo me pare de mi asiento recibiendo la nota que debía ser firmada.
—Que buen inicio señorita—dijo el profesor en un susurro.
Camine fuera del salón y detrás de mí venia Andrew. No le dirigí la palabra me sentía apenada y todo era su culpa. Salimos del edificio, y nos dirigimos al edificio administrativo, que era donde estaba la dirección.
— ¿Y ahora porque no me hablas?
—Te parece poco, que en la segunda clase que tengo en el día me envíen a la oficina de tu madre solo porque supuestamente interrumpimos una clase y por supuesto no tuviste la mejor idea de ponerte de tú a tú con el profesor.
—Lo hice a propósito, es que ese tipo me saca de mis casillas—dijo sereno y como siempre con una sonrisa en el rostro.
Habíamos llegado al edificio administrativo y guiada por Andrew entramos en una especie de recepción para entra en la oficina de la directora Copelan.
—Hola Fernanda, ¿Cómo estás?—pregunto Andrew a la que supuse que era la secretaria.
—Hola, ¿De nuevo por aquí?—pregunto ella en tono de burla.
—Sí, es que me mando el profesor de historia. Ya me tenía aburrido.
—Sabes que a tu madre no le gustara eso, y además arrastrando a los nuevos alumnos contigo—dijo ella dándome una curiosa mirada.
—Pues, que me boten solo de clases no es divertido—dijo y luego me dio una sonrisa.
—Pero solo va iniciando el año, ¿no podías esperar al menos hasta el tercer día?
—Eso hubiera sido aceptable—dije sarcástica y el como siempre solo reía.
—Pasen adelante, ya tu mama esta avisada—dijo Fernanda.
Con eso abrimos la puerta adentrándonos en la lujosa oficina. Frente a nosotros había un escritorio de madera color caoba con una silla giratoria del color del suéter del uniforme. Bajo nuestros pies una alfombra que hacia juego con la silla y ambos lados libreros con miles de libros de los cuales muchos me llamaría la atención leer.
Voltee mi mirada para encontrarme con una especie de mueble donde se guardan los trofeos donde se encontraba una piedra azul y valga la redundancia, trofeos con los nombres del instituto impresos en sus pequeñas plaquitas.
—Señorita Anderson, no creo que esto sea una visita agradable de su parte, y menos si se encuentra con mi hijo—dijo la directora mirándome por encima de sus lentes.
—Eh, tiene razón—dije nerviosa.
—Mamá, esto es mi culpa ya el profesor de historia me tenía aburrido y sin querer atraje al vacío desolado de la mala conducta a mi nueva compañera—dijo Andrew acercándose a mí y pasándome el brazo por encima de los hombros.
—Siempre haces esto, la última vez antes de que terminara el año pasado viniste con Camila Broogs—dijo su madre con decepción—, nunca vienes solo.
—Es que sabes que así es aburrido—dijo el con una sonrisa tranquila mientras su madre se acercaba a nosotros.
—Deja de corromper a los estudiantes, y más si son tan aplicados como la señorita Anderson—yo le sonreí aunque por dentro me hervía la sangre desde la mención del nombre de Camila.
—Está bien mamá, será una de las últimas veces que haga esto—la directora puso los ojos en blanco después de sus palabras.
Le dimos nuestras hojas para que las firmara y así poder ir a nuestras siguientes clases.
Salí de la oficina detrás de Andrew mientras buscaba el gimnasio ya que tenía clases de gimnasia: — ¿Qué clase tienes?—dijo como para romper el hielo.
—Gimnasia, ¿y tú?
—Practica de futbol, nos veremos en el campo—dijo sonriente.
—Que bien—dije devolviendo el gesto.
No estábamos muy lejos del campo así que con un par de pasos llegamos mientras hablábamos. Y en eso escuche lo que más me molestaría en estos momentos.
—Andrew, querido—gritaba Camila quien como siempre le brinco a los brazos y le planto un beso en los labios.
—Eh, hola Camila—dijo sin corresponderle.
—Sabes el baile se acerca y pensé que debíamos ir juntos—mientras decía eso yo me alejaba hacia los vestidores ya que no quise escuchar nada más.
Me puse lo que imagine seria el uniforme ya que todas las chicas lo tenían. Era un short muy pequeño para mi gusto de color gris y una franela blanca de cuello en V. Me recogí mí cabello en una cola alta y así salí.
La profesora de las chicas nos mandó a trotar al menos unas veinte vueltas al largo campo. Y mientras los de mi clase corrían el equipo de futbol practicaba y escogía sus nuevos integrantes, y las porritas los apoyaban.
Entre las numerosas porristas se hallaba Camila, y en el equipo de futbol pude ver a dos conocidos a Peter y a Andrew.
Estaba agotada y solo llegue a la vuelta número quince cuando me tire al suelo para tomar un respiro.
— ¿Estas bien?—pregunto la profesora mientras se acercaba.
—Sí, solo un poco agotada—dije agitada.
—Ve a sentarte en las gradas—me ordeno y eso hice.
Tome un poco de agua de un filtro cercano y me senté a observar a las que si tenían resistencia.
Mi mirada siempre se desviaba al agresivo equipo de futbol americano, pero solo específicamente a un jugador al cual el uniforme le quedaba muy bien: —Rebeca, te vi trotar—oí decir a Peter mientras se sentaba a mi lado.
—Sí, pero no pude más—dije conteniendo la risa.
— ¿Sigue en pie lo de comer juntos?
—Por supuesto, a la hora del almuerzo nos vemos fuera de edificio Julieth.
—Claro, bueno iré a entrenar—y se despidió de mi con un beso en la mejilla.
Estuve sentada en las bancas un rato, luego la profesora nos puso a hacer estiramientos y luego nos dejó irnos para cambiarnos y prepararnos para la siguiente clase.
Fui a bañarme en las duchas del gimnasio—que estaba al lado del campo—, y es que no quería estar pegajosa y asquerosa por el sudor todo el día. Al estar lista me puse de nuevo el uniforme del instituto—la falda y la chemise—y salí del gimnasio para ir al edificio tres.
Mientras caminaba por el instituto sentí como alguien caminaba detrás de mí y supe quién era.
— ¿Qué quieres Andrew?—dije sin dejar de caminar.
—Pues nada… claro, como te sientes tan dichosa de ser la amiguita de uno de los capitanes del equipo de futbol tratas así a tus amigos—dijo con veneno en sus palabras.
—Sabes, no quiero escuchar lo que opinas de Peter.
—Si de Peter tu querido amigo…—dijo sarcástico.
En ese momento me voltee y le grite en la cara:
—No tienes por qué decirme esas cosas, ve a besar a tu querida amiguita Camila y ve a planear de qué color será la corbata que te pondrás en el baile para que convine con su vestido.
—Yo no iré al baile—dijo excusándose.
—No me importa lo que me digas, no tienes por qué hablarme así y no seas mentiroso te escuche hablar con Camila del baile—y con esas palabras camine enfurecida por el instituto, ¿cómo podía venir y reclamarme cuando yo no le he dicho ni media palabra de la odiosa de Camila?
Llegue al edificio tres y ahí me encontré con Claudia para entrar a literatura—mi clase favorita—, la cual no pude disfrutar ya que mis pensamientos estabas llenos de molestia gracias al patán de Andrew.

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