— ¿Qué? ¿Quién? —dijo Andrew con los ojos abiertos como platos. Estaba sorprendido.
—Las cosas están un poco complicadas, ayúdenme a levantar del suelo—dijo el señor Copelan.
Estábamos muy confundidos, ¿Qué había pasado aquí?, solo fuimos a la piscina unos pocos minutos y cuando volvemos solo encontramos al señor Copelan y gravemente herido.
—Como agradezco que ustedes no hayan estado aquí—dijo el señor Copelan mientras le ayudábamos a sentarse.
—Señor Copelan ¿Qué paso?, por favor hable ya—dije yo con tono preocupado.
—Es que, no se imaginaran quien nos atacó—Andrew y yo nos miramos un momento—, Raimundo supo desviar muy bien la atención de él.
—Perdón, ¿Quién? —dije yo confundida.
—Raimundo—repitió—, vaya que me sorprendió. Y por supuesto que tiene las piedras, las tres piedras.
—O sea, que…
—Sí, uso su poder, por eso estas quemaduras—dijo el haciendo gestos por el dolor—. Chicos debemos rescatar a Luisa y Jonathan—ahora se veía preocupado.
Yo aún no entendía bien lo que pasaba, mi mente no procesaba ese nombre. ¿Raimundo?, ese que a pesar de no hablarle demasiado me pareció tan amable, el conocía a Andrew y fue tan cercano a su familia…
—Rebeca, mírame—dijo el señor Copelan aun sentado—, reacciona, no es momento para quedarse en shock… Raimundo es Ristar, tú hermano y debes enfrentarlo.
Yo le veía a los ojos, escuchaba sus palabras pero no podía dejar de pensar que estuvo tan cerca, “ayudándonos” y de todas maneras nos traiciono, ataco y perjudico a estas personas que depositaron su confianza en el… estaba tan cerca.
Un calor estaba subiendo por mi cuerpo, desde la punta de los dedos de mis pies, subiendo poco a poco hasta mi cabeza. No era más que enojo y rabia lo que sentía en este momento y todo a causa de la impotencia.
— ¿Rebeca? —dijo Andrew poniendo una mano en mi hombro.
Yo me sacudí su mano y me puse a caminar por la oficina—que me parecía tan pequeña en este momento—en círculos. “Estaba tan cerca”, no podía dejar de pensarlo.
— ¡¿Y ahora que vamos a hacer?! —grite rompiendo el tenso silencio del lugar.
—Pues lo único que podemos hacer, hay que enfrentar…—decía el señor Copelan.
— ¡¿Enfrentar?! ¡¿Cómo?! —Gritaba, estaba al borde de las lágrimas—, yo no sé defensa personal o lo que sea, he estado apenas una semana usando estas cosas—señale la piedra que colgaba de mi cuello.
—Rebeca, tranquila—dijo Andrew con voz serena, pero podía ver la tensión dibujada en su rostro.
— ¿Cómo quieres que me tranquilice?, estoy a punto de enfrentar algo totalmente desconocido para mí—dije dejando salir las lágrimas al fin—, tengo miedo… todo está en riesgo.
—No estás sola, yo iré contigo—dijo el señor Copelan.
— ¿Cómo puede decir eso? —Dije señalando sus heridas—, acaso no siente dolor a causa de eso.
—Por supuesto que si…
—Entonces no nos puedes acompañar—dijo Andrew con voz firme—, iremos solo nosotros.
Mire a Andrew preocupada: — ¿Iras conmigo?
—Jamás te dejaría sola—dijo acercándose a mí para tomar mi mano y limpiar las pocas lagrimas que salieron.
—Está bien muchachos, vayan…—dijo el señor Copelan con voz pastosa—, pero recuerda Rebeca, los elementos siempre presentes. Andrew no la dejes sola, sé que podrás controlar tu magia.
Ambos asentimos a lo que el señor Copelan nos decía: —No se preocupen iré al departamento, veré libros antiguos y buscare alguna magia curativa, mi magia no sería suficiente para este tipo de heridas. Me uniré a ustedes lo más pronto posible.
Suspire, estaba un poco asustada y nerviosa. No sabía a lo que me iba a enfrentar a partir de que cruzara esa puerta.
Andrew y yo salimos de la oficina tomados de la mano. Con la mano libre toque el enorme bolcillo delantero de mi suéter sintiendo dos piedras ahí.
Caminamos directo a la puertecilla que nos dirigía al sótano. Andrew—que aún no era muy bueno con sus poderes—uso un poco de magia para iluminar el lugar con su mano, no fuera que alguien estuviera por aquí.
No había ningún asistente de la directora a la vista, y eso me daba un mal presentimiento.
El sótano estaba desolado y frente a nosotros estaba el enorme portal que nos llevaría a lo desconocido.
Yo me pare en seco frente al portal, Andrew notando la tensión y los nervios se paró frente a mí.
—Tengo miedo—susurre—, ¿y tú?
—Mi único miedo es perderte—dijo el, su mirada era triste.
Puso una mano delicadamente en mi mejilla y la acaricio, luego tomo mi mano y juntos caminamos hasta el portal. Él lo toco primero y luego me miro.
Puse mi mano sobre él, recordando el portal que había abierto el señor Copelan. Se sentía igual la misma sensación pero al parecer este no me absorbería.
— ¿Y ahora qué? —dije mirando los diferentes colores que cambiaban frente a mí.
—Hay que caminar dentro—Andrew entro poco a poco jalándome con él.
Me deje llevar y entre. Fue la misma sensación, una enorme velocidad me jalaba hacia adelante pero esta vez al ver la luz nada me detuvo y pase por ella sintiendo la viscosidad del portal.
Caí de golpe en la tierra, como si alguien me hubiese empujado. Mire a todos lados viendo a Andrew—al igual que yo sentado en la arena—un poco alejado de mí.
Él se levantó y corrió hacia mí para ayudarme a parar: — ¿Estás bien? —preguntó.
—Se podría decir—el entendió el significado de mis palabras y no dijo más, solo tomo mi mano y empezamos a caminar.
Estábamos en un bosque, muchos árboles iluminados por el sol. Era hermoso pero tan desolado que podría decirse que era tétrico su silencio. Mire el cielo encontrándome con algo curioso, tres lunas y un sol que iluminaba el lugar en un cielo color de las lilas.
De tan solo pensar que o quien podríamos encontrar unos pasos más adelante la piel se me erizaba y mi estómago se revolvía. Le di un ligero apretón a la mano de Andrew buscando apoyo, el me correspondió sin decir palabra.
Caminábamos con cuidado de no tropezar con alguna raíz o algo parecido. Árboles nos rodeaban unos comunes, y otros totalmente extraños para mí. Seguimos caminando pero de pronto escuche un ruido.
Voltee a ver de dónde provenía el sonido, luego me estremecí: —No te preocupes, debe ser algún animal—dijo Andrew en un susurro, y sé que esas palabras ni él se las creyó.
Suspire para armarme de un valor que no tenía y junto a Andrew caminé a ese lugar de donde escuchamos el sonido. Miramos la tierra que estaba húmeda y encontramos unas huellas.
Andrew y yo nos miramos: — ¿Vamos? —dijo el inseguro. Yo solo asentí.
Caminando siguiendo las huellas en la tierra y esquivando árboles. Caminamos realmente muy poco antes de llegar a un claro.
Todo era verde en el claro, no había ni una pequeña flor que iluminara el lugar con su color. Mire todo detallando cada árbol, cada hoja caída, hasta llegar al centro del lugar donde de alguna manera a quien esperaba conseguirme se materializo de la nada.
—Hermana, que bueno verte—dijo el con una sonrisa presumida—y te acompaña Kandor, ya sabes que no me gusta que anden dando pruebas de amor frente a las multitudes—decía mientras negaba con la cabeza.
— ¿Kandor? ¿De qué hablas imbécil? ¿Dónde está mi madre? —dijo Andrew confundido. Es cierto, no hubo tiempo de explicarle nada… la única vez que el escucho su nombre fue hoy mismo.
—Por eso tu novio nunca me gusto, siempre fue altanero—dijo Raimundo cruzándose de brazos—, debiste haberte quedado con Haro, que alegría que en esta época no se enfrente por la mano de una mujer.
Yo solo le miraba, y note que aquí no estaba Raimundo… no, estaba Ristar, y tan consiente como nosotros del lugar y la época donde estábamos.
— ¡Calla Raimundo!—grito Andrew que se había adelantado dos pasos de donde estábamos.
—Aquí no está Raimundo—dijo el ahora muy serio—, por si no lo notas soy Ristar, mocoso.
Andrew se adelantó otro paso, yo le tome del brazo para evitar que siguiera caminando. Él volteo a verme, tenía el ceño fruncido pero de todas maneras retrocedió un poco.
—Ristar, ¿Dónde está la señora Copelan y… Haro? —dije entre cortado, me sentía nerviosa.
—Sabía que vendrían por ellos, querida—dijo mientras caminaba lentamente hacia nosotros. En un acto reflejo di un paso atrás—. Quédate donde estas, no te hare daño—luego se rió de una manera que hizo que se me erizara la piel.
Cuando estuvo lo suficientemente cerca sonrió, cualquiera hubiese visto ese gesto como tierno, yo lo veía amenazante: —Kelta, enserio te extrañe hermana—Ristar extendió una mano para tocarme el rostro.
—No la toques—dijo Andrew jalándome para ubicarme detrás de el en una posición protectora.
Ristar le miro un momento fijamente, luego suspiro y de un momento a otro estaba agarrando a Andrew por el cuello: —Tú a mí no me mandas—dijo con voz amarga.
— ¡Suéltale! —grite a Ristar y acercándome lo suficiente para golpearle el hombro—, déjalo en paz.
Ristar me miro y luego soltó a Andrew que empezó a toser: —Aquí empieza nuestro juego—dijo Ristar que dando unos pasos atrás sin darnos la espalda se ubicó de nuevo en el centro del claro.
Ristar—mirándonos con furia—hizo un movimiento de manos, desde el centro de su pecho y luego los extendió. El desapareció junto con todo lo que nos rodeaba.
Todo se hacía borroso y extraño. Pero luego supe que ya no estábamos en el bosque.
Andrew seguía con la respiración agitada, me acerque a él: — ¿Estás bien? —pregunte mirando a mi alrededor.
Estábamos en una habitación redonda de techo alto—todo era de un color arena y techos con imágenes extrañas—, a su alrededor se habrían paso cinco pasillos largos que no dejaban ver un final.
—No te preocupes por mí—dijo Andrew recuperando poco a poco su ritmo de respiración normal.
—Debemos separarnos—dije yo mirando los pasillos—, debemos encontrar a tu madre y a Jonathan.
—No te hare caso esta vez—dijo Andrew mirándome seriamente—, ¿recuerdas lo que paso en el bosque?, no me separare de ti.
Yo medio sonreí y luego tome su mano: —Entonces andando, creo que tenemos mucho que recorrer.

No hay comentarios:
Publicar un comentario