lunes, 23 de enero de 2012

Capitulo 7 - Sueño Recurrente; Reino Futuro - Rosenz


(Samantha Larsom) 

“El cielo se torna de un color grisáceo, como si una tormenta eléctrica se fuera a desatar en cualquier momento.

Suspiro y camino por el bosque obscuro… mi cara se muestra muy serena ante la situación en la que estoy.

Salgo del bosque encontrando el inicio de Rosenz. Camino por la calle sin cruzar a ningún lado y llego al que por estos días ha sido mi hogar. Entro a la torre del consejo y voy al salón del piano, ahí estaban una chica de cabello obscuro con mi amigo Jonathan. Sonreí, al parecer ya había encontrado a alguien que robara su corazón y por supuesto le correspondiera, pensé.

Salí de la torre y me dirigí al enorme invernadero de paredes de vidrio. Camine por sus pequeños caminos rodeados de hermosas plantes y flores de colores vividos.

A pesar de que me sentía en paz en este lugar un mal presentimiento creció en mi pecho, se sentía como un vacío… como si algo pasara o fuese a pasar.

Y en ese momento vi el cuerpo tendido en el suelo con una herida que lo había dejado sin vida”.

Abrí mis ojos que estaban mirando el suelo de piedra del invernadero, aquel sueño recurrente me seguía la mayoría de las noches al acostarme a dormir.

Mire a mi alrededor viendo las plantas del lugar—que en su mayoría por estar aquí encerradas se encontraban en un ambiente fresco y el otoño no les afectaba—y un perfecto amanecer a través de los vidrios trasparentes que formaban las paredes del invernadero.

Escuche unos pasos venir y a pesar de saber quién era me sobresalte y voltee a ver, encontrando a mi maestro Udjat acercándose a mí.

—Maestro—dije en un susurro. Su serenidad me contagiaba como si fueran un don más de él, y automáticamente una pequeña sonrisa se dibujó en mi rostro.

Udjat asintió a mi saludo y tomo mi mano en un gesto cariñoso. Yo a él lo veía como mi segundo padre y el a mí—como antes me había dicho—como a la hija que nunca tuvo.

Caminamos por el largo camino de piedra del invernadero, mientras yo esperaba a que el dijera alguna palabra.

Suspire, y él me miro de reojo: — ¿Qué sucede Samantha?, de nuevo el sueño… ¿cierto?

Asentí: —Es que es difícil llevar algo como eso, y más si nos sabes las razones del porque eso va a pasar. Quisiera poder cambiar ese pequeño episodio del futuro.

Escuche una baja risa: —Sabes tanto como yo que ciertas cosas no se pueden cambiar.

—Lo sé.

—Lo único que puedes hacer es seguir tu entrenamiento, y llevar la visión un poco más allá—me explicaba él.

— ¿Y luego?

—Averiguar el porqué, hacer lo posible por obtener la información que pueda ayudar y poder tomar las decisiones correctas—me detuve para mirarle, la tristeza se asomó por unos segundos en sus ojos tranquilos pero su voz ronca no se alteraba.

— ¿Cómo sabes que no puedo cambiar esto? —dije refiriéndome al sueño.

—Por qué a veces, hay algo… puedes llamarle sentimiento o presentimiento—explicó—. Este sentimiento o presentimiento te indica que se puede o no cambiar.

Esas simples palabras me bastaron para saber que esto iba a pasar, y no había nada que pudiera impedirlo.



*** 

(Rebeca Anderson) 

Había pasado la mayor parte del día en mi habitación.

La noche anterior había sido un poco confusa, pero solo una pregunta rondaba en mi cabeza…

¿Qué había tras la descendencia de Jonathan?

Hace ya más de seis meses le había preguntado al señor Copelan sobre la dragonaria, y el porqué no había acabado con Jonathan como hubiese hecho con cualquier otro dragón. Su única respuesta fue mandarme de de nuevo a las clases con Jonathan, que para mi mala suerte fueron suspendidas hasta que el volviera, y eso no sucedió hasta hace un par de días.

Pero todo este asunto sobre el consejo, mí llegada a Rosenz y el resto de las noticias fue suficiente distracción como para hacerme olvidar este asunto, hasta que ayer por la noche el mismo Jonathan y su amiga Samantha habían sacado el tema inconscientemente a relucir.

Mire hacia la ventana y admire por unos segundos el pálido naranja del cielo. ¿Dónde estaba Andrew?, era extraño que aun no hubiese venido… no lo veía desde anoche cuando lo deje en la reunión con sus padres.

Con un suspiro me levante de la cama y me prepare para salir de mi habitación. Suponía que ya la mañana había pasado, ya que tenía al menos un par de horas recostada en mi cama pensando todas estas cosas y sacando las ropas de mis maletas.

Cuando ya estuve lista camine hasta la puerta y la abrí. Mire a ambos lados del pasillo y sin pensarlo mucho empecé a caminar hacia mi derecha, en donde aun no conocía nada.

A mis lados a lo largo del pasillo podía ver puertas y más puertas que imagine eran más habitaciones como las nuestras.

Llegue al final del pasillo, donde había unas puertas dobles. Decidí abrirlas para ver que encontraría, me acerque un poco más y empuje las puertas.

Una brisa fría típica del otoño me heló el rostro por lo que me estremecí. Frente a mí se abrió paso una especie de puente de cemento gris, que me llevaba hacia la siguiente torre.

Camine por el puente y me asome a ver qué parte del jardín se encontraba debajo de mí. Pude ver un invernadero. Le sonreí a la idea de visitarlo pronto.

Seguí caminando mientras sentía un poco mas de frio por la brisa hasta que al fin llegue hasta las puertas y las empuje.

Había otro pasillo—tan parecido al de la torre más atrás—y resople.

—Nunca terminare de conocer este lugar—dije en un susurro para mí misma y mire a mi derecha.

Ahí—a diferencia de la otra torre—había una puerta de madera obscura y de gran tamaño. Camine hasta ella y la abrí sin provocar ruido absoluto.

Apenas abrí lo suficiente para asomar mi cabeza. Me encontré con una enorme biblioteca llena de cantidades de libreros.

Dentro del lugar se escuchaba un leve murmullo, la curiosidad me gano y decidí entrar sin cerrar la puerta.

Mientras caminaba por el que debía ser el pasillo central de la biblioteca miraba a mis lados viendo los miles de libros que había en este hermoso lugar. El suelo de este pasillo estaba decorado con una hermosa alfombra de color vino y los pasillos que conducían a cada librero era de madera.

Llegue al final del pasillo y asome mi cabeza queriendo ser un poco cautelosa. A mi derecha habían unas escaleras—de madera también—que por supuesto te llevaban a un segundo piso.

Mire a mi izquierda y me conseguí con Brannagh parado frente a una mesa.

Mordí mi labio levemente pensando que lo mejor era irme de aquí y pasar desapercibida. Pero ya era tarde, detrás de mí se escuchaban pisadas y también escuche como la puerta se cerraba ligeramente.

Cerré los ojos con fuerza y luego mire por encima de mi hombro.

Jonathan caminaba hacia mí con su típico andar y una pequeña sonrisa. Suspire de alivio hasta que vi que detrás de él—además de Samantha—venia Udjat.

— ¿Qué hace aquí señorita Anderson? —dijo el anciano Udjat, aunque la verdad no se viera tan mayor como para llevar ese apodo. Su expresión era serena.

—Pues, quise conocer el lugar… y me encontré con la biblioteca…—me encogí de hombros sin saber que mas decir.

El rio bajo: —Ya, no se preocupe por eso—le mire sorprendida al escuchar su risa—. Las clases están a punto de empezar… ¿Nos acompaña?

“¿Clases?”, pensé, pero de todas maneras asentí.

Mire a Jonathan de reojo y pensé en su “descendencia complicada”, tal vez esta sería la ocasión adecuada para averiguarlo.

Udjat se adelanto con Samantha pisándole los talones y camino hasta Brannagh: —Buenas tardes, hermano—dijo el siempre sereno tocando el hombro del otro anciano.

Brannagh le miro con desdén—como a todos—y suspiro.

—Señor, ¿me podría decir por qué él es mi maestro? —escuche la voz enojada de Andrew y note que quien estaba sentado en la mesa era él.

Udjat ignoro su pregunta y dio inicio a la clase.

— ¿Vamos? —susurro Jonathan tocándome el hombro.

— ¿Puedo hablar contigo? —dije ignorando su pregunta.

—Por supuesto—asintió—, ¿Qué sucede?

Mire a mi alrededor buscando donde sentarme, como no encontré me senté en el suelo y le invite a sentarse a mi lado. El accedió.

—Sabes… el ultimo día del año pasado—el me miro y hizo gestos para que continuara—, tu estuviste afectado por la dragonaria. Según lo que se, la dragonaria es letal para los dragones, pero tú por suerte no moriste.

El frunció el ceño.

—Cuando le pregunte al señor Copelan sobre eso, me dijo algo sobre tus genes, pero nunca lo aclaro con la excusa de que eso era que tu debías decirme.

—Ya sea para dónde vas—le mire atenta esperando una explicación—. Rebeca, yo no soy un simple dragón. Mi madre era una bruja… lo que hace que la “magia” sea casi incontrolable para mí o cualquiera que estuviera en mi situación.

‘No son muchos los de mi estirpe, por decirlo de alguna manera. Y como bien sabes mis padres murieron cuando yo era un niño’.

‘Si mis padres hubiesen estado vivos yo hubiera tenido alguien que me ayudara a controlarme en el momento de la transformación, alguien que me ayudara a controlar lo que soy. Claro que el hecho de llevar genes de brujo ayuda a que las transformaciones no sean tan constantes y por esa misma razón tampoco lo he podido controlar… la practica te lleva a ser el maestro’.

— ¿Cómo sabes cuándo vas a transformarte? —susurre.

—Mi madre, en un momento que yo no recuerdo tatuó en mis muñecas un conjuro. Cuando estoy descontrolado, fuera de mí por enojo, frustración o alguna fuerte sensación… mis muñecas empiezan a doler junto con todo mi cuerpo por los cambios de mis huesos y el tatuaje aparece.

Tome una de sus manos entre las mías y con dos de mis dedos acaricie su muñeca: —Soy como un hombre lobo joven, excepto que ellos si llegan a controlarse…

Subí mi mirada al sentir la tristeza en su voz, el miraba su muñeca entre mis manos: —Según lo que se eres un gran guerrero—dije para reconfortarlo.

—Sí, pero no un gran dragón—susurro y se puso de pie y si decir más empezó a caminar en dirección a la puerta para salir.

Lo iba a seguir, quería ver como estaba y hacerlo sentir mejor pero alguien me tomo del brazo: —Deja que vaya solo—dijo Samantha antes de guiñarme el ojo—, ¿me acompañas en esta clase?

Yo mire por encima de mi hombro como se cerraba la puerta, luego mire a Samantha sintiendo que debía hacerle caso: —Esta bien—fue lo único que apenas susurre y camine junto con ella hacia donde estaba mi novio.