sábado, 29 de octubre de 2011

Capítulo 22 - Ahí estas, pero no te veo.


El mismo sueño se repetía en mi mente yo vestida con ropa antigua, baje las escaleras y bese a Andrew y cuando volteo a ver a mi hermano, algo me despierta… Alguien abrió la puerta del balcón.
Imagine que sería Claudia por lo que no abrí los ojos, pero luego sentí como la persona que entro se sentó en mi cama con cuidado.
Abrí mis ojos imaginando quien era, y ahí estaban los ojos verdes y tristes de Andrew mirándome con atención.
—Te vi salir de la cafetería, pero Peter no me dejo seguirte—dijo acariciando mi mejilla.
Yo aparte su mano:—Está bien mañana se lo agradeceré.
Me voltee y le di la espalda, sé que parecía una niña pero no quería hablar con él en estos momentos.
—Rebeca, no fue mi culpa—dijo volteándome con delicadeza para obligarme a verle—tu sabes que Camila es una sirena, me controlo… al principio no le correspondí pero luego…
—No quiero saber los detalles—dije incorporándome con el ceño fruncido.
—Pero debes saber que yo no quería besarla, estaba ahí porque fui a buscarte la cena y por casualidad me encontré con ella que no dejo de acosarme y cuando llegaste tú provoco eso.
—Sabes que, las casualidades no existe—ya no estaba enojada, no con él. Pero me sentía frustrada por haberme ido sin hacer algo al respecto.
—Rebeca entiéndeme, me siento decepcionado de mí mismo por haberle besado y sobretodo porque no pude evitarlo, si mi magia fuera más fuerte hubiese podido ya que las sirenas no son tan fuertes. Ella sabe que mi magia debe perfeccionarse y se aprovechó de eso… Esto solo comprueba que soy el peor hechicero y que ni a las sirenas me puedo resistir.
Oírlo hablar así me rompió el corazón que se volvió a reconstruir con solo verle, sin poder evitarlo le abrace para consolarle sin recordar que hace un rato quien necesitaba consuelo era yo.
—Te amo y no quiero que pienses que te engañe, eres lo más importante que me ha pasado y para mí esto es enserio —dijo en un susurro refiriéndose a nuestra relación.
—Te amo también—dije besándole el hombro.
A pesar de lo que había visto, no podía enojarme con él. Sabía que Camila se metería en lo nuestra en algún momento, pero yo la detendría no dejaría que hiciera mi vida imposible.
—Camila es una perra—dije en un susurro sin dejar de abrazarle.
— ¿Qué son esas palabras tan obscenas para una señorita?—dijo él, pude percibir que sonreía cuando me hablo.
—Las palabras que Camila se merece—dije sonriendo también—. De solo pensar en que se te acerque me hierve la sangre…
—Yo ni siquiera quiero estar en el mismo lugar donde este ella, me repugna que sea tan… perra—dijo para luego reírse.
—Pero saliste con ella, y pues ahora te acosa.
—No salí con ella, a decir verdad la tenía como un juego aunque eso no me enorgullezca.
Deshice el abrazo para poder mirarle, nuestras miradas se encontraron y lo único que podía ver era el reflejo de un amor muy grande… no sabía que se podía amar a alguien en tan poco tiempo. Aunque por lo que nuestras almas decían tenía más de una vida de conocerse.
Andrew levanto su mano y con su dedo índice delineo mi labio inferior con suavidad, luego alejo su dedo y eso fue remplazado por una especie de hormigueo en mi labio que me hizo estremecer. 
Él se fue acercando poco a poco, como si esperara a que yo me negara pero yo no me negaría ya que deseaba ese beso.
Cuando nuestros labios se rozaban ligeramente una voz me asusto haciéndome saltar.
—Chicos siento interrumpir el romance, pero estoy aquí y no quiero ver cursilerías—dijo Claudia con voz divertida.
—Claudia no te vi—dijo Andrew con su típica sonrisa burlona.
—Lo sé, si no hubiese sido tan cursi…”te amo”—dijo Claudia imitándonos para luego reírse.
— ¿Qué tanto escuchaste?—dije un poco apenada.
—Pues, si no dormí nunca… todo—se rio más fuerte y yo me puse totalmente colorada.
—Bueno, creo que me iré antes de que me descubran—dijo Andrew parándose.
Yo igual me pare para seguirle hasta la puerta, y cuando pensé que se iría sin decir más me tomo del brazo jalándome fuera de la habitación, me puso contra la pared y me rodeo  en una “jaula” formada por sus brazos.
—Pero que…—pero antes de decir nada se acercó y me beso como si fuese lo último que iba a hacer en su vida. El beso era un poco desesperado por parte de los dos, y no puedo negar que había sido el mejor beso que nos habíamos dado… tal vez porque lo esperaba con ansias.
El inicio el beso y tuvo que romperlo por nuestras respiraciones agitadas. No se alejó mucho estábamos a pocos centímetros y lo único que yo veía eran sus hermosos ojos verdes.
—Debo irme—dijo se acercó y me beso mis ojos, primero uno y luego el otro—. ¿Sabes que significan los besos en los ojos?
—No—dije sonriendo.
—Para que nunca me olvides—dijo con dulzura y luego se marchó.
***

A la mañana siguiente desperté con la más hermosa sonrisa que podía darle al mundo. Había pasado la mejor noche—por ahora—de mi vida.
Me levante de mi cama en un abrir y cerrar de ojos, Claudia ya no estaba en su cama.
Fui al armario sacando una blusa gris de mangas largas y unos Jeans negros, luego me dirigí al baño y cuando iba a pasar noto que la puerta está cerrada.
—Claudia—toque un par de veces— ¿estás ahí?
—Ya salgo—dijo ella con voz alegre.
Fui a la mesita de noche viendo la piedra del viento sobre ella, tenía que averiguar que podría hacer con ella.
La tome entre mis manos pensando en cómo podría usarla…
Pensé en el día en que la encontré y todo el viento que empezó a hacer, cualquiera pensaría que una tormenta podría desatarse en cualquier momento.
Entonces una leve brisa empezó del tipo que despierta escalofríos en tu cuerpo. Tendré que decirle a Jonathan que me ayude a manejarlas y controlarlas.
La volví a dejar sobre la mesita de noche, y mientras notaba como la extraña brisa cesaba la puerta del baño se abrió dejando ver a una muy arreglada Claudia.
— ¿Oye y a dónde vas tan linda amiga?—dije sonriente.
—Pues, Víctor y yo tenemos un tiempo saliendo y hoy tendremos una cita real—dijo ella emocionada.
—Oh pues que bien, espero y lo disfrutes—dije caminando con mi ropa hacia el baño.
—Claro que lo hare—susurro ella antes de cerrar la puerta.
Luego de darme una ducha, lavar mis dientes y vestirme salí a la habitación mientras peinaba mi cabello y luego de eso salí a desayunar.
Entrando a la cafetería—como si me estuviera esperando—estaba Peter junto con Andrew, que extrañamente después de que Andrew y yo aclaramos nuestro noviazgo se habían vuelto excelentes amigos.
—Buenos días—dijo Andrew acercándose y dándome un beso en los labios.
—Buenos días—dije a ambos sonriente.
—Haber, ¿Qué tenemos planeado para hoy?—dijo un muy sonriente Peter. Al parecer todos estaban de muy buen humor hoy.
Luego de un buen desayuno, caminamos en los alrededores del instituto esperando a que dieran la orden de montarse en los autobuses para poder ir a la ciudad, cosa que me emocionaba demasiado.
Se tomaron su tiempo—la profesora de arte—para mandarnos a subir a los autobuses, que al parecer eran los mismos que nos habían traído aquí el primer día. La profesora de arte sería la única mayor que nos acompañaría.
Cuando subimos al autobus fui a sentarme atrás sin fijarme en quien estaba y quien no, ya que no me importaba porque la persona más importante para mi iba de mi mano.
Andrew se sentó a mi lado y en el puesto de adelante iba Peter con Mary—la chica de lentes que me había dicho que Andrew y Camila habían terminado—, y a decir verdad se llevaban muy bien.
El viaje fue corto ya que no estábamos tan lejos de la ciudad, y cuando abrieron las puertas del autobús fue como si nos liberaran después de mucho tiempo.
Me sentía radiante y llena de felicidad, no solo por el hecho de divertirme un poco si no porque con quien me divertiría serian ciertas personas importantes para mí.
Habíamos quedado con la profesora que al momento de oscurecer tendríamos que reunirnos en el lugar donde nos habían dejado.
Estábamos en una plaza muy hermosa, el sol estaba radiante a pesar del frio que estaba haciendo. Había muchas flores de colores en las áreas verdes y una que otra banquita para sentarse.
Andrew decidió guiarnos a todos los de nuestro “grupo” y la primera parada fue una heladería donde tardamos demasiado para comprar un simple cono de helado.
Luego fuimos a unas tiendas a comprar, yo compre ropa abrigadora porque a decir verdad no tenía mucha.
La tarde pasaba veloz y sin querer que se acabara el día poco a poco iba oscureciendo.
Ya para estas horas de la tarde estábamos en un lugar de comida rápida cenando—esto ya parecía una cita doble—, Andrew y yo estábamos muy al pendiente de como Peter trataba a Mary. 
Era muy caballeroso con ella, y no dejaba de mirarle. Creo que le gustaba Mary y a ella pues también, ya le preguntaría después.
— ¿Qué opinas de esos dos?—dijo Andrew susurrando en mi oído.
—Pues creo que lo mismo que tu—dije con una media sonrisa.
—Entonces, ellos se gustan…—dijo Andrew para darme un beso en la mejilla.
Estuvimos conversando unos cinco minutos más y de repente miramos hacia afuera y estaba totalmente oscuro, como si la noche hubiese caído de golpe. Nos paramos de nuestras sillas para irnos del lugar.
—Chicos adelántense—dije separándome de ellos—, voy al baño.
—Te espero—dijo Andrew mirándome.
—No es necesario, se llegar a donde está el autobús.
Andrew me miro, sabía que se quería quedar:—Está bien si tú dices—dijo el para irse luego con Peter y Mary.
Fui al baño y trate de tardarme lo menos que pude, lave mis manos y salí del lugar.
Cuando salí del local de comida rápida todo estaba un poco oscuro, no es que me diera miedo pero tuve un mal presentimiento de esto.
Creí que andaba paranoica, pero sentía que alguien me seguía. Mire por encima de mi hombro esperando que fuera Andrew o Peter, pero no.
Detrás de mí estaba un hombre, totalmente vestido de negro y no podía ver bien su rostro. A decir verdad no podía ver su rostro.
Camine un poco deprisa notando que él venía detrás de mí, y al parecer todo estaba en mi contra ya que las personas que estaban cerca las podía contar con una mano y me sobrarían dedos.
Todavía estaba un poco lejos, y recordando que aun debía cruzar al final del camino para poder llegar al autobús.
Pensé en correr, pero en el momento que lo iba a hacer un fuerte dolor punzante invadió mi cabeza.
El dolor era tan fuerte que me empezaron a zumbar los oídos y mis rodillas se negaban a responder por lo que caí de rodillas en el suelo, es como si mi cuerpo se estuviera entumeciendo poco a poco.
Entonces como reconociendo lo que me pasaba la piedra de la luna empezó a brillar y sin que el dolor cesara voltee la cabeza para ver al desconocido—al que aún no se le veía el rostro—con una piedra brillante en su mano a igual que yo.
—Her… hermano—las palabras salieron solas de mi boca, como si mi alma hablara por mí.
Él se acercó con pasos largos, como si tuviera prisa y pude haber visto su rostro si el dolor no se hubiese intensificado a este nivel—demasiado fuerte para soportarlo—y me hubiese nublado un poco la vista.
El hombre me tomo del brazo con fuerza transmitiendo una especie de cosquilleo el cual note que poco a poco me debilitaba más y más.
Me sentí frustrada por no poder hacer nada para defenderme y por eso recordando lo que la piedra de la luna podía hacer, trate de que mi frustración saliera de alguna manera de mi cuerpo.
 Al parecer lo había logrado ya que de un momento a otro el hombre profirió un grito ahogado, al fin mi vista ya no estaba nublada y volteé logrando ver que se había alejado de mí y que él también había empezado a sentir el dolor, puso sus manos en la cabeza y dio otro grito ahogado. El dolor no fue lo suficientemente fuerte porque el hombre dio un par de pasos atrás y después se volteó para irse a toda prisa.
El dolor en mi cabeza empezaba a cesar pero no lo suficientemente rápido como para sentirme mejor.
Ahí estaba yo arrodillada en el suelo con un dolor intenso, y quedándome sin fuerzas a cada segundo.
Pasó el tiempo lentamente, sentí que pase horas en la misma posición pero luego escuche pasos, mire al frente notando que venía alguien y aunque no me sentía fuerte trate de ponerme en guardia para defenderme, eso no fue necesario.
— ¿Rebeca? ¿Pero qué te sucedió?—dijo un preocupado Jonathan acercándose a mí.
—Fue extraño—dije en un susurro, mientras Jonathan me ayudaba a parar.
Cuando estuve de pie mis piernas temblaban, me sentía débil por lo que casi caigo de nuevo al suelo. Jonathan evito que cayera y me tomo en sus brazos como a un bebé.
— ¿Qué fue lo que sucedió?—dijo el comenzando a llevarme a algún lugar.
—Mi her… hermano—dije antes de caer en la inconciencia.

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