lunes, 31 de octubre de 2011

Capítulo 33 - Ira y transformación. (Jonathan narra)

Odiaba estar en esta situación. Me canse de gritar, casi sentí que me rendí. ¿Por qué Raimundo me traería aquí?, por favor no puedo creer que la persona menos pensada fuera el maldito supuesto hermano.

Movía mis manos y me lastimaba con la cuerda, pero eso era lo que menos me importaba solo quería salir de aquí y encontrar a Rebeca, por supuesto también a la directora.

Sentía palpitar mis muñecas, sobretodo la derecha y sabía que no solo era por dolor.

Baje la mirada, mirando las sabanas que cubrían la cama y pensando en que al parecer ya no podría controlarlo más.
La rabia y la frustración me invadían… no podía negarlo.
Además de que unas imágenes extrañas estaban en mi cabeza, algo que creo jamás haber visto antes.

Escuche la puerta abrirse, y me sobresalte. Subí la mirada encontrándome con Andrew y Rebeca en este lugar, abrí mis ojos como platos:— ¿Cómo llegaron aquí?—pregunte asombrado.

—No es momento para preguntas—dijo Andrew con voz fuerte—, debemos buscar a mi madre.

Mire a Andrew con el ceño fruncido. Me caía pésimo este chiquillo, pero entendía la preocupación por su madre.

Rebeca se acercó a mí al fin notando que estaba atado, la cuerda tenía varios nudos y eso era lo que me había impedido escapar.

— ¿Cómo llegaron? —pregunte mientras Rebeca peleaba con los nudos.

—Es lo que menos importa, ya estamos aquí ¿cierto? —dijo Rebeca.

—Eso sí, menos mal que llegaron—dije haciendo que mi frustración se notara aún más—. No sé porque el infeliz de Raimundo me trajo a mi hasta acá.

—Yo quisiera saber porque se llevó a mi madre, o por lo menos donde esta—dijo Andrew de brazos cruzados, se veía pensativo.

Los minutos pasaba mientras Rebeca deshacía lo malditos nudos. Yo solo pensaba en partirle todo lo que se llama cara a Raimundo por lo que no note la tensión de la habitación: —Jonathan, tu que has vivido en este mundo… ¿Sabes dónde estamos?—pregunto Rebeca rompiendo el hilo de mis pensamientos con su dulce voz.

—Sabes que fueron muy pocos años como para recordar lo suficiente…

—…Pero—dijo medio sonriendo.

—Pero, si los suficientes como para recordar ciertos lugares—dije, aunque la verdad yo sabía dónde estaba, pero no recordaba haber venido alguna vez—. Recuerdo que cuando salí del orfanato empecé directamente mis clases en Reino Futuro. Por supuesto como a ustedes me dieron historia, y además la historia de nuestro mundo.

“Sabes que todo pueblo, ciudad, o mundo en este caso… debe tener alguien que le imponga leyes y las haga cumplir sino todo sería un caos”

— ¿Qué no quieres decir con eso? —dijo Andrew recordándome su obstinante presencia.

Mire a Andrew con desdén para luego ignorarle y hablar solo con Rebeca: —Para hacerles el cuento más corto, ya que tu noviecito tiene prisa. Estamos en una especie de torre, donde antes los gobernantes establecían y discutían las normas, reglas y derechos.

“Tus padres—dije volteando la mirada a Andrew—, eran parte de ese “consejo” por decirle de alguna manera”.

— ¿Y porque estamos aquí exactamente?—pregunto Rebeca.

—Pues, seguro que Raimundo los trajo aquí al igual que a mí.

— ¿Conoces el lugar? —dijo Rebeca terminando al fin de liberarme.

—La verdad no recuerdo haber estado aquí en algún momento, pero… tengo vagas imágenes de este lugar—dije mientras sobaba mis adoloridas muñecas que estaban un poco lastimadas.

Vi mis muñecas que aun palpitaban notando las palabras tatuadas que mágicamente comenzaban a aparecer. Sabía que estaba perdiendo el control y esto era un recordatorio de la advertencia sobre mi ascendencia.

Hijo de dragón e hijo de bruja; combinación peligrosa. Gracias al tatuaje que mi madre hizo en algún momento que yo no puedo recordar, podía controlarlo pero no sabía por cuanto tiempo.

—Eso debe ser suficiente para que nos guíes—dijo Andrew caminando hasta la puerta—, espero que no nos lleves a ninguna otra trampa.

— ¿Trampa? —pregunte un poco desorientado.

—Hemos pasado lo suficiente para llegar aquí—dijo Rebeca con tono de reproche—, pero mejor te explico luego, Andrew está ansioso.

Pude notar cuando Andrew miro de reojo a Rebeca. Ella también lo noto y camino hasta él para tomarle de la mano. Ese gesto me enojo más de lo debido, y sentí más palpitaciones en mi muñeca, sumándose ahora unas punzadas en mis costados.

—Y bien, ¿por dónde vamos? —dijo Rebeca volteando a verme.

—Primero salgamos de aquí—dije caminando por el medio de ellos y haciendo que sus manos se separaran.

Camine por el pasillo que me llevo a una habitación redonda donde mas pasillos se abrían para nosotros. Mire a mí alrededor, reconociéndolo por extraño que pareciera: — ¿Qué paso con eso? —señale la pared caída aun lado de la entrada por donde habíamos llegado.

—Rompimos una de las trampas—dijo Rebeca mirando los escombros—, seguro cada uno de esos hace lo mismo, o algo parecido—señalo unos cuarzos que estaban en la pared.

— ¿Y que se supone que hacia el cuarzo? —pregunte curioso.

—Eres el profesor, deberías saberlo—dijo Andrew sin mirarme, en cambio yo le miraba con el ceño fruncido y mi enojo subía cada vez más—, nos traía siempre de vuelta a este lugar.

—Entonces hay que quitar el resto porque tenemos que ir por ahí—dije señalando uno de los pasillos a mi derecha.

—En marcha entonces—dijo Andrew pasando por un lado hasta donde se encontraba las piedras de cuarzo.

Camine detrás de él y vi cómo empezó el hechizo de energía, vaya que este niño estaba mejorando. Además fui notando a medida que caminaba como mis músculos empezaban a tensarse. Recordé viejas leyendas e investigaciones por lo que mire mis manos viendo como mis uñas comenzaron a crecer fuertes y negras… estaba transformándome y ya nada podía detenerlo ahora, ni el hechizo protector de mi madre.

Trate de ignorar lo que pasaba escondiendo las manos en mis bolcillos del pantalón, no quería que ellos notaran el cambio.

Me concentre en como Andrew trabajaba con su magia al fin logrando derrumbar la pared con la tercera bola de energía.

El cuarzo estaba ahora en el suelo y no habría trampa que nos detuviera.

—Síganme—corrí por el pasillo sabiendo que ellos estarían atrás de mí. Vi varias puertas sin reconocer ninguna hasta que llegue al final del pasillo.

Había una puerta que se diferenciaba del resto por su color. Esta era negra y estaba entre las imágenes que recordaba.

Sentí que no era bueno cruzar esa puerta, pero no teníamos remedio… debíamos encontrar a la señora Luisa.

Rebeca y Andrew se unieron a mí con respiraciones agitadas después de correr por el largo pasillo:— ¿Qué sucede? ¿Es aquí?—pregunto Rebeca poniendo una mano en mi brazo.

Me imagine perdiendo el control cerca de ella y me aterrorice. Por lo que me sacudí su mano notando luego la confusión en su rostro:—Si, es aquí—dije alejándome de ella lo más posible.

Ella frunció el ceño, pero no intento acercarse de nuevo:—Creo que si cruzamos esa puerta iremos a una especie de sótano.

— ¿Y qué te hace pensar que mi madre podría estar ahí?—dijo Andrew desafiante.

Ignore su tono malcriado y dije con total calma:—No lo sé, solo creo que debemos ir por ahí.

Me acerque a la puerta y puse mi mano en el picaporte: — ¿Vienen conmigo? —sin esperar respuesta, abrí la puerta.

La puerta abierta dejo a la vista unas oscuras escaleras que parecían ser en forma de caracol. Sin dudar camine a ellas, escuchando detrás de mí los pasos de los chicos.

Mire por encima de mi hombro, notando que detrás de mi Rebeca caminaba con cuidado y Andrew—tomándola de la cintura—detrás de ella. Les ignore y baje un poco más rápido que ellos.

Las escaleras eran largas y las sensaciones de mi cuerpo cambiaban con cada paso que daba. Mis músculos cada vez más tenso y el enojo creciendo sin algún porque.

Nunca me he “transformado” por llamarlo de alguna manera, y las sensaciones y cambios que esto provocaba no las conocía ni las disfrutaba ni un poco. Sentía punzadas en mis huesos, y un dolor que me quemaba en las muñecas. No sabría si podría controlarlo y menos cuando mi físico cambiara.

Ignore todo lo que sentía cuando las escaleras terminaron y nos dejaron en algún tipo de sótano.

Unas pequeñas antorchas de madera iluminaban ciertas partes del lugar. Había pilares y piedras filosas alrededor.

A pesar de la penumbra del lugar, pude ver que en las paredes había una especie de enredadera espinosa y algunas flores con colores brillantes… las reconocí como dragonaria, gran veneno que tumba dragones.

Mire alrededor, notando como una pequeña luz titilante se movía más allá del centro del lugar. Trate de enfocar mejor mi vista, descubriendo que aquella luz estaba en la mano del alguna persona.

— ¿Qué ves? —susurro Rebeca detrás de mí.

— ¿Ves aquella luz? —La señale, luego mire a mis espaldas
—, creo que es Raimundo—dije todo entre susurros.

Vi a Andrew y a Rebeca, ambos compartieron miradas. Sentí que debíamos sorprender a Raimundo pero Andrew no compartió conmigo el mismo pensamiento: — ¡Raimundo!
¡¿Dónde la tienes?! —grito él con enojo.

—Que tonto eres, era mejor sorprenderlo—dije con voz dura.

Andrew me miro de reojo, y luego me paso por un lado empujándome: —Andrew espera—dijo Rebeca tratando de tomarle del brazo pero fue imposible detenerlo.

—Mis queridos invitados—dijo Raimundo a modo de saludo—, veo que mi carnada sirvió.

— ¡Calla! ¿Dónde está mi madre? ¿Dónde la escondes? —decía Andrew caminando en la oscuridad.

—Chiquillo, vuelve aquí—dije yo corriendo tras él para detenerle.

—Mi amada—suspiro Raimundo—, ella está aquí junto con nosotros—Raimundo chasqueo sus dedos y un montos de antorchas empezaron a encenderse poco a poco iluminando el lugar por completo.

Pudimos verle ahora ahí parado donde la pequeña luz estaba antes, a su lado en uno de los pilares estaba Luisa Copelan atada. En ese momento Raimundo volteo a vernos con una sonrisa sombría: —Bienvenidos a nuestro nido de amor.

Vi a mí alrededor lo que antes no había visto. En el siguiente pilar más cercano a Raimundo estaba atado ese chico que una vez ataco a Rebeca: —Oh por Dios es Víctor—dijo Rebeca asombrada.

Víctor, estaba con la cabeza baja, tal vez desmayado.

—Ristar—dijo Rebeca con voz clara y fuerte— ¿Qué le has hecho a Víctor? —preguntó.

—Nada querida hermana, solo darle su merecido cuando era irrespetuoso—dijo él con una sonrisa amable.

—Pero, ¿Por qué?

—Porque se supone que siempre fue mi amigo, y ahora me traiciona estando de tu lado—dijo él mientras la sonrisa desaparecía dejando una expresión sombría en el rostro de Raimundo.

Andrew se había detenido a mitad de camino con nosotros a su lado y ahora prestaba tanta atención como yo a la conversación de Rebeca y Raimundo: — ¿Y a Luisa? ¿Cuál es la razón de que la tengas aquí?

—Porque sé que me ama—dijo el acercándose a ella que al igual que Víctor estaba desmayada—, no ama a su esposo me ama a mí como yo a ella, y sé que quiere estar solo a mi lado.

—Estás loco—dejo escapar Rebeca mientras sacaba las piedras del bolcillo de tu suéter.

— ¡¿Loco?! —grito Raimundo mirando directamente a Rebeca.

Ella empezó a gritar, las piedras cayeron y ella llevo sus manos a su cabeza. Mire a Raimundo y corrí hacia él: — ¡Déjala en paz!—grite. Cuando estuve lo suficientemente cerca le golpee el rostro.

Los gritos de Rebeca cesaron y ahora Raimundo me miraba a mí. Sin embargo ningún dolor me afecto y este solo se acerco y me tomó el hombro.

Trate de esquivar su roce ya que sabía lo peligroso que puede llegar a ser un hechicero, pero no pude evadirlo y al tocarme una sensación eléctrica me invadió. El dolor era fuerte y me hizo caer sobre mis rodillas: —Haro, imbécil.
Para lo único que serviste fue para traer a Kelta a mi—dijo el sin tartamudeo.

Mi respiración era agitada y mi enojo aumento lo suficiente. Raimundo me soltó y en ese momento le mire de reojo, sonreía con malicia. Pero algo con lo que él no contaba sucedió.

Sentí como mi piel comenzó a endurecer, mis huesos tronaban y se transformaban bajo mis adoloridos músculo. Mis garras crecían mas… negras, fuertes y con ellas arañaba el suelo mientras unas enormes alas rompían la piel de mi espalda provocando que un grito inhumano saliera de mi quemante garganta… mi camino estaba marcado y ya nada—definitivamente—podíadetener la transformación, ni siquiera la posibilidad de hacerle daño a otros.

El fuego sale desde mi pecho hasta la garganta atravesando mis fauces llenas de enormes y puntiagudos colmillos… la transformación está completa, la furia esta desatada y no hay amo que la contenga.

No hay comentarios:

Publicar un comentario