El reloj que se encontraba en el buró, marcaba las cinco con cuarenta y cinco minutos de la mañana. A un lado estaba la cama y él ya tenía sus ojos abiertos.
Se sentó tomando el reloj en sus manos para desprogramar la alarma que debería sonar a las seis de la mañana, claro que él nunca la escuchaba… su cerebro ya estaba programado para despertarse antes que ella.
Claro que ahora los alumnos estaban de vacaciones y ella se despertaba un poco más tarde, pero a él no le importaba.
Se le levanto de su cama con una sonrisa y se dirigió al baño para lavar sus dientes. Luego hizo su rutina diaria de ejercicios, esos que no dejaba de hacer para siempre verse mejor. Nada de salud y autoestima, todo era por ella… para ser siempre mejor para ella.
Abdominales, flexiones, y luego salir a correr a dar un par de vueltas por el lugar. Para cuando vuelve a su habitación son casi las siete de la mañana.
“Ya casi despiertas” , pensó él. Se acercó a la ventana viendo desde aquí las de ella, de su apartamento.
Espero con ansias el momento de ver encender la primera luz. El sonrió y suspiro a la vez.
Camino hasta el baño para darse una ducha, al igual que ella debía estar haciendo. Encendió el calentador y se metió a la ducha, mientras imaginaba a su amada bajo el agua.
Salió de la ducha, seco su cuerpo y salió del baño para buscar su camisa blanca y pantalón negro.
Se puso la camisa imaginando que con cada botón que abrochaba ella daba un paso a la cocina.
Se pone sus pantalones y ella saca una taza para el café que está recién hecho en su cafetera.
Busca una corbata y ella busca el café. Por debajo del cuello de su camisa cruza la parte ancha de la corbata sobre la parte estrecha un poco más abajo del cuello, ella sirve su café caliente.
Él desliza la parte ancha de la corbata por debajo de la parte estrecha mientras ella sopla su café para que enfriara un poco. Cuando dobla la parte ancha por encima de la parte estrecha de la corbata ella se sienta en la mesa del comedor para disfrutar de su café mientras busca en su laptop las noticias.
Él pasa la parte ancha de la corbata por arriba, detrás de la corbata colocando su dedo índice sobre el nudo que se está formando, ella encontró lo que buscaba en la laptop y ahora cruza sus piernas y toma su taza en sus manos.
Él retirar el dedo y desliza la parte ancha de la corbata en el interior del nudo terminando el nudo de su corbata, ella bebe el café de su taza.
Cada movimiento se lo imaginaba, la amaba tanto al límite de la obsesión. Se imaginaba una vida a su lado.
Él, se acercó a la ventana y beso sus dedos para luego tocar el frio vidrio traslucido: —Ya nos veremos, querida—dijo con voz ronca para sí mismo.
Luego se alejó de la ventana—de donde podía ver su apartamento—tomo su suéter y salió de su habitación.
Ahora era casi las ocho de la mañana, él debía hacer su trabajo y reportarse con la directora, su amor, su vida, su todo.
Camino alegre como todas las mañana—además de que él era así, era una buena táctica ¿Quién le podía descubrir así? —por los terrenos del instituto Reino Futuro para llegar al edificio administrativo y además el departamento de Luisa.
Él suspiro, de solo pensar su nombre su corazón enloquecía de placer.
Tal vez algunos vieran su amor como una obsesión—yo lo veo así—, pero él lo veía tan sano como puro.
Ese amor muchas veces en estos cuatro meses le había detenido a hacer algo contra esa joven, su hermana. Solo porque él quería ser bueno para ella, mejor cada día… por lo que él se detenía y no obtenía un poder absoluto sobre toda las criaturas de este lugar. Eso era lo que él pensaba.
Camino muy poco los edificios de los asistentes y trabajadores no estaba muy lejos del administrativo. Él supuso que Luisa no estaría en su oficina por lo que subió de una vez la escaleras y al estar frente a la puerta toco con energía.
A los poco segundos ella abrió la puerta: —Buenos días, pasa tengo mucho papeleo que arreglar—Luisa le dio la espalda y el inspecciono cada parte de su cuerpo grabándolo en su memoria.
“¿Cómo olerá su cabello?” , pensaba él. Dio unos pasos al interior del apartamento y luego se sentó en los muebles blancos junto con ella. Vio la mesita del café encontrando una taza blanca con café frio.
Al lado de la taza habían muchos papeles, todos tenían escrito por alguna parte “Reino Futuro”.
—Te pedí que vinieras hoy porque te pediré un favor—dijo ella poniéndose sus lentes.
—Lo que sea por ti—dijo el dejando muy evidente que haría todo por ella.
—Pues, cuando empiece el próximo semestre de clases pondré un cuerpo de seguridad en la escuela, y quiero que seas, por decirlo de alguna manera el líder del cuerpo de seguridad—se explicó Luisa con diplomacia.
— ¿Cuerpo de seguridad? ¿Para qué? —dijo él, pensando que si era por ella con el solo le bastaría para protegerla.
—Pues, ya sabes hay que proteger a Rebeca Anderson de cualquier cosa, su hermano podría estar por cualquier parte y si logra hacerle algo a ella y obtener las piedras nadie evitaría que tome nuestro mundo.
“Con que de eso se trata, claro conmigo la seguridad de Rebeca queda totalmente en mis manos”, pensó él. Era inevitable pensar en todo lo que podría tener si sacaba a Rebeca de su camino, pero no lo hacía y lo evitaba solo por Luisa.
Te debes preguntar, ¿Luisa sabe que habla con el mismísimo hombre al que le temen? , la respuesta es no, nadie sabe que él es el hermano del alma de Rebeca Anderson.
Luisa le hablaba, algunas cosas que debían proteger, los turnos nocturnos, los hechiceros que se encontrarían en el cuerpo de seguridad… pero él no le escuchaba estaba sumergido por completo en el poder de los ojos de la mujer que amaba enfermizamente.
— ¿Entendido? —dijo ella volviendo la vista a sus papeles.
—Eh… por supuesto—dijo el pensando que había llegado el momento perfecto—. Luisa, debo decirte algo muy importante—dijo el tomando sus manos.
Ella miro sus manos unidas con desdén, no era una mujer de demostrar mucho cariño y menos con alguien con el que no tuviera nada que ver.
—Habla ya—dijo ella cortante, jalando su mano en un intento fallido de soltar sus manos.
—Eres el amor de mi vida, eres la mujer que amo y he amado siempre—le soltó sin titubeo dejándola totalmente impresionada.
— ¿Te estas escuchando? —dijo ella frunciendo el ceño—, empezando porque soy más de quince años mayor que tu…
—No importa, la edad es solo un numero—dijo el interrumpiendo a Luisa en lo que decía.
—Esto no puede estar pasando—dijo Luisa negando mientras le miraba a él.
—Está pasando, te amo y por ti haría lo imposible posible—dijo el con los ojos brillantes de entusiasmo—, por ti dejo mi vida y lo que esta debería ser, por ti mataría.
Ella solo pensaba que el pobre joven estaba demente, una mezcla de sentimientos se aglomeraban en el corazón de Luisa pensando que un chico que está viendo desde niño había perdido la cabeza… el sentimiento más fuerte era la pena.
—Espera, no digas esas cosas… yo te aprecio pero no de esa manera—dijo ella con una mirada fría, como si hubiese puesto una barrera para no demostrar la tristeza que sentía—, yo no te amo.
De esas pocas palabras que Luisa había dicho solo tres le destruyeron el mundo, “no te amo”… se repetían una y otra vez en su cabeza mientras ambos se miraban y los minutos en silencio pasaban.
Pero de pronto en su cabeza todo cambio, un amor enfermizo se convirtió en puro odio. Se levantó en un arranque de energía arrastrando a Luisa a la pared más cercana. Y luego aplastándola con su cuerpo casi asfixiándola.
Con su mano derecha tomo la cara de Luisa con mucha fuerza y la miro amenazantemente: — ¿Cómo no puedes amarme? —la rabia le embargaba y no lograba controlar sus pensamientos.
—Por favor suéltame—dijo ella con voz temblorosa y moviendo su cara para no verle.
—Acabas de cometer el peor error Luisa, el peor de tu vida—él la soltó, ella se veía un poco perturbada.
Empezó a caminar en un círculo pequeño como pensando en que hacer y luego de unos minutos en los cuales Luisa solo le veía un grito desesperado salió de los labios de el para luego golpear la pared más cercana.
Ella se sentó en el suelo, deseando que ese desquiciado se fuera de una vez por todas: —Vete de aquí, déjame en paz o me veré obligada a usar mi magia—dijo ella con voz valiente, aunque valentía fuera lo único que no sentía en este momento.
—Claro que me voy—dijo el en tono enojado mientras se acercaba a ella que a pesar de todo le miraba desafiante, él le agarro de un brazo para levantarla del suelo de un jalón—, pero mi querida Luisa no te preocupes estaré bien y pronto sabrás de mí.
—Ya no quiero que trabajes para mí, hablare con mi esposo de esto—dijo ella con voz firme—. Quiero que te vayas y te alejes, eres un peligro…
— ¿Tu esposo? —dijo el con voz suave como caricia, pero tan amenazante—, es mejor que no hables con el…
—Cállate a mí no me dices lo que tengo que…—él la callo tapándole la boca con brusquedad.
—Si le dices algo de esto lo sabré, y quien correrá peligro es él—dijo el tan cerca de ella que podría besarla.
Pero en vez de besarle la soltó y salió del lugar hecha una furia. Sus pasos eran firmes y rápidos y se fue directo a su habitación.
Al llegar, entro y cerró la puerta de un portazo. Se sentó en la cama: —Ya no más verse bien para ella—se levantó y camino a su armario tomando unas cuantas prendas y empezando a desgarrarlas—, ¡ya no más ser algo que nunca existió, seré yo y ella se arrepentirá de haberme rechazado!
El gritaba rasgando y destruyendo ciertas prendas de vestir, empezó a patear el armario dejándoles deformaciones a la madera.
Él pensaba que ya no sería por ella, sino que sería contra ella y todo el que le rodeara. Gobernaría aquel y este mundo y ella lo buscaría arrastrándose y besando el suelo por donde caminara.
***
Los días pasaban y sus rutinas eran las mismas pero a la vez tan diferente. Como por ejemplo el ejercicio era para ser más fuerte y solo pensaba en lograr su objetivo.
Él había desaparecido estos días para viajar a Italia, buscando a alguien que lo había llamado por un nombre que ya no le pertenecía… él fue, era y seria Ristar.
Secuestro a ese chico que había reconocido hace un par de semanas antes de que acabaran las clases como su viejo amigo… había secuestrado a Víctor.
Hoy, un día antes de año nuevo, Rebeca había vuelto junto con el muy despreciado por Ristar señor Daniel Copelan.
Ristar había intentado romper el sello al otro mundo logrando solo debilitarlo, le faltaba la piedra de la tierra para lograr su primer objetivo: —Hermanita… sé que te mandaran a reforzar el sello—hablaba consigo mismo como tal desquiciado—, usare mi poder para bloquear su magia—susurro su idea.
Hizo lo que pensó, bloqueando la magia de las piedras que poseía Rebeca y haciendo así que el sello se rompiera. Obviamente la suerte estaba con él, la piedra de la tierra ahora estaba en su poder por un descuido de Daniel.
— ¿Qué te pasa? ¿Por qué me retienes aquí? —dijo Víctor mirando a su secuestrador.
—Hay querido amigo, me encantaría tener una plática agradable contigo como en los viejos tiempo pero sabes tan bien como yo que no hay tiempo—decía Ristar como si estuviera en la época en la que antes vivió.
Ristar hizo un movimiento de manos para lograr un hechizo haciendo de Víctor un cuerpo pequeño.
Aprovecharía que aún no salía el sol en este lugar para que nadie sospechara de sus intenciones. Tomando a Víctor como a una pieza de ajedrez camino al edificio administrativo.
Daniel y Luisa ya estaban en el departamento. Ahí, parado donde debería estar la puertecilla estaba uno de los asistentes de Luisa: —Oye Amigo, ¿Qué haces aquí? —dijo el asistente sin sospechar nada.
—Vengo a cubrirte, ya es hora de que descanses—dijo Ristar con una sonrisa amable y tan falsa a la vez.
—Gracias amigo, estoy molido—y con eso el asistente dio unas palmadas a la espalda de Ristar y se marchó.
“Pan comido”, pensó Ristar, pero… ¿Quién podría sospechar de él?
Ristar bajo las escaleras, y vio el lugar detallándolo cuidadosamente gracias a la luz frente a él. El portal estaba abierto solo para él.
Dejo caer a Víctor que de un momento a otro—como si el tiempo de su magia se hubiese agotado—volvió de nuevo a su tamaño original.
— ¡Déjame ir! —gritó Víctor enojado.
—Calla amigo mío, no es momento de tus bullicios—dijo Ristar acercándose al portal.
Este le tocó sintiendo una especie de gelatina fría en sus dedos. Al fin lograría su verdadero objetivo.
Lastimosamente él cuerpo de este hombre estaba poseído por la misma maldad de su alma, por la que ahora estaba y quien vivía era Ristar y no Raimundo.

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