La noche anterior no pude dormir mucho que digamos, por eso mientras muchos estudiantes despertaban ya yo estaba lista para salir de mi habitación.
Fui a desayunar a la cafetería que estaba casi totalmente vacía y luego fui a la oficina de la directora.
—Buenos días—dije acercándome a la secretaria que trabajaba sobre su escritorio—, ¿podría ver a la directora?
—En estos momentos está ocupada con dos alumnos—dijo ella sin levantar la vista de sus papeles.
— ¿Tan temprano?—pregunte y al mismo tiempo la puerta de la oficina se abrió y quien estaba ahí era Andrew.
—Mi madre que la dejes pasar—dijo el muy serio.
Yo camine y entre, no pensé que nada estuviera pasando.
—Buenos días—dije para todos— ¿Cómo sabias que estaba ahí?—pregunte directamente a Andrew.
—Ella te oyó—dijo señalando alguien detrás de mí, y al voltear encontré a Claudia que estaba con sus brazos cruzados sobre su pecho.
Yo solo asentí no queriendo saber más sobre habilidades vampíricas por el momento: —quiero hablar con usted directora.
—La señorita Rocca por los momentos no saldrá de su aislamiento hasta que aprendan a no romper las reglas de la institución—dijo ella mirándome por encima de sus lentes.
—Espere, ¿Por qué Claudia?, ella no me hizo absolutamente nada, solo fue…
— ¿Cómo puede saberlo?, por los efectos de la coacción sé que no puede recordar muy bien esos momentos—dijo la directora interrumpiéndome.
Lo que dijo me sorprendió, yo nunca le había dicho que no recordaba bien ese momento o tal vez sí, pero no fue algo relevante como para que lo sacara a relucir.
— ¿Cómo sabe eso?
—Se lo dijo un amigo tuyo—dijo Claudia obstinada.
— ¿Un amigo?, de que hablas.
—Pues, ¿Qué persona odia más a los vampiros que a la misma muerte?... solo un perro como Peter, sé que quiere protegerte pero no me parece la mejor manera.
— ¿De qué hablas?, él no te…
—Sabes que si me odia a mí y todos los que sean como yo, te quiere mantener lejos de nosotros.
—Por favor directora, yo sé que ellos no volverán a hacer nada en mi contra, déjelos volver a… la normalidad.
—No y es definitivo, solo yo decidiré el momento de que vuelvan a sus clases. Ahora por favor salgan de aquí.
Luego de esas palabras se puso a leer unos papeles ignorándonos por completo.
Camine hasta la puerta un poco enojada, no quería que Claudia la pasara mal alejados de todos en quien sabe qué lugar.
—Señorita Anderson, recuerde que luego de sus clases normales debe verse con el alumno Jonathan Wilson para sus clases de criaturas mitológicas.
Sin decir nada salí del lugar ignorándola, de todas maneras iría a esa clase pero no quería escuchar a esa mujer.
Claudia y Andrew venían detrás de mí, yo me detuve para esperarlos: —Claudia, ¿Dónde estás?, o sea, ¿Dónde te “aíslan”?—dije remarcando la palabra con expresiones corporales.
—Pues es un edificio normal del instituto donde solo pasan “personal autorizado”, no es nada del otro mundo solo que no nos dejan hacer nada y nos dan nuestras clases normales.
—No te preocupes Rebeca, hablare con mi madre hasta que se harte de mí y me haga caso—dijo Andrew con una media sonrisa que no era muy genuina, se veía disgustado.
—Otra cosa, ¿Qué hacían ahí tan temprano?
—Anoche después de salir de tu habitación nos encontraron tratando de entrar al edificio para personal autorizado, obviamente le dijeron a mi madre y muy temprano nos llamó para reclamarnos.
Luego de eso, un poco fastidiada fui a mis clases normales.
***
No había visto a Peter hoy, tenía que decirle que no se metiera con mis amigos que yo no lo hacía con los suyos.
Luego de la clase de arte—en la que Andrew no estuvo—me dirigí a un salón cerca del de arte donde vería a este alumno estrella que decía la directora.
Entre al salón y no había absolutamente nadie, me senté en una de la sillas y me puse a detallar el salón pensando que si nadie aparecía en unos cinco minutos me iría, nadie me haría esperar además en la tarde—creo—que Andrew y yo haríamos nuestro trabajo para arte.
Pasado los cinco minutos, estaba recogiendo mis cosas cuando un chico—mayor que yo—muy alto entro al salón y se acercó a mí.
— ¿Tu eres… Rebeca?—dijo leyendo un papel donde imagine que estaría mi nombre.
—Sí y… ¿tu Jonathan?—dije aunque sabía que era él.
—Por supuesto.
Lo poco que había hablado pude notar un acento extraño, como si hubiera aprendido el español hace poco. Lo detalle notando su cabello castaño oscuro—muy liso y sedoso—un poco largo, sus ojos eran de un color oscuro que si no se detallaran mejor podrían pasar por negros.
Era tan o más alto que Víctor lo cual me hacía pensar que era de pasos torpes y su piel era banca con un muy ligero bronceado, a decir verdad era… atractivo.
—Entonces se supone que te enseñare sobre todas las razas que habitan esta escuela y más ¿cierto?, eso quiere decir que ya descubriste el secreto de la escuela.
—Se podría decir.
—Entonces empecemos—dijo tomando una silla y poniéndola frente a la que hace unos minutos yo estaba ocupando—, por favor siéntate—y palmeo la silla.
Hice lo que me pidió y me senté frente a él.
—Empecemos por las hermosas sirenas…
— ¿Podríamos empezar mejor por, no se hombres lobos o vampiros?
—No, empezaremos por las sirenas—dijo decidido sin mirarme, solo se enfocaba en un enorme libro sobre sus piernas, ¿de dónde lo había sacado?
—Claro como digas—dije rodando mis ojos.
—Bien, estos seres se representan comúnmente como mujeres jóvenes con cola de pez. Se distinguen por una voz musical y prodigiosamente atractiva, claro que cante hermoso no quiere decir que mientras hablen su voz sea igual—dijo el haciendo una mueca de disgusto—. Un poder que las representa es la capacidad de encantar al hombre con su canto.
— ¿Y no hacen más nada?—me estaba aburriendo.
—Bueno, esto se descubrió hace menos de un siglo que estos hermosos seres pueden controlar el poder del agua con los que ahogaban a los marinos luego de usar su canto.
— ¿Ahogaban?
—Pues sí, hace mucho tiempo eran malas y no les gustaba que invadieran su espacio. Pero con el pasar de los años el humano normal, como tú, fue gobernando el mundo y estas al igual que todo ser mitológico tuvo que adaptarse y tomar formas humanas para encajar en este lugar lleno de contaminación.
— ¿O sea que en esta escuela hay sirenas?
—Casi todos los seres mitológicos de los que vayamos hablar tu y yo están en este lugar. A decir verdad es el único lugar donde podíamos ser nosotros hasta que llegaste tú y debíamos ocultarnos de nuevo, pero ahora que lo sabes tal vez veas muchas cosas extrañas ahora.
El chico de verdad sabia de lo que hablaba, pero en el tiempo que llevaba con él no había sonreído ni una sola vez, no podía existir personas tan serias.
— ¿Y que eres tú?—pregunte.
—Yo soy un dragón—dijo sin dar otra explicación
— ¿O sea que en cualquier momento tú te puede convertir en una serpiente de gran tamaño?—dije sarcástica.
—A pesar de tu sarcasmo si es así. La figura del dragón juega un papel importante como dios y guardián, o como monstruo y poderoso enemigo. Hay muchos tipos de dragón y les puedes reconocer por sus características físicas, o sea que se adaptan al lugar en donde vivan. En general son benévolos aunque existen algunas excepciones.
— ¿Te consideras uno de ellos? O sea ¿Benévolo?
—Pues, creo que si ya que soy simpático y se comprender a la gente—y sonrió ligeramente.
— ¡Ha!—Exclame—te hice sonreír.
Él me miro de manera extraña como si estuviera pensado: “Eh, si está loca”
—Volviendo a las sirenas, en la escuela hay una que nadie cree que su voz sea encantadora…
— ¿Por eso tu expresión?
—Sí—dijo alzando una ceja—. Es Camila, no puedo creer que alguien la aguante, es totalmente insoportable, además de perversa.
Aunque ya sabía eso de perversa pregunte:— ¿Por qué lo dices?
—Pues porque supe que hace unas semanas hizo que una chica casi se ahogara.
— ¿Perdón?—dije recordando que YO casi me ahogo.
—Sí, hizo que en el agua se formaran remolinos y que atrapara a la chica, y todo por celos por el tal… ¿Andrew?, si por él. El hijo de la directora.
—Espera un momento, esa chica fui yo—grité.
—Oye, cálmate un momento.
—Ahora lo comprendo todo—susurre para mí misma—, ¿Cuándo termina la clase?
—Creo que ya si estas tan apresurada—dijo el tomando su libro.
—Está bien, gracias por tu tiempo—y así salí del salón directo al campo de futbol donde sabía que encontraría a esa arpía, o más bien sirena.
Estaba corriendo, me sentía tan tonta y enojada. Cuando llegue note que los jugadores del equipo de futbol estaban entrando a los vestidores y las porristas charlaban y reían como unas tontas.
Me acerque a la rubia engreída, la tome del brazo y la obligue a voltear para que me mirara a la cara.
—Oye ¿estás loca o qué?—un simple impulso me guiaba a enfrentarla.
— ¿Qué te pasa niña?—dijo ella jalando su brazo para que la soltara.
—Me pasa que ya sé que fue tu culpa, casi me matas—le grite a la cara, aunque habían varios centímetros de diferencia entre nosotras.
—A ya lo sabes, es mejor así la satisfacción es más grande—dijo ella cruzándose de brazos en una posición engreída.
—Eres una perra asesina—grite cada vez más enojada.
—Cállate si no quieres ver de lo que en verdad soy capaz—dijo en un susurro acercándose a mí.
Aunque estaba enojada, ser valiente no es que no sienta miedo de todas maneras y por eso retrocedí un poco a su amenaza.
— ¿Ahora si me temes?, que tonta de verdad—dijo acercándose lo suficiente para tomarme del cuello de mi camisa.
Sin decir nada solo la mire desafiándola y en eso ella frunció el ceño y luego con su otra mano se tocó la cabeza. Ella me soltó y con gritos ahogados se sentó en las gradas del campo.
— ¿Qué me haces? ¿Pensé que eras humana?—logro decir.
Yo me aterre no sabía que pasaba hasta que escuche una voz, más bien dos voces conocidas acercarse.
— ¿Qué pasa?—decían Andrew y Peter preocupados mirando de mi a Camila.
—No lo sé—respondí
Pero Andrew al parecer si sabía y acercándose a mí me arranco del cuello la cadena de la piedra de la luna que no recordaba que tenía—la tenía desde el baile—y efecto inmediato el dolor y aturdimiento de Camila se fue poco a poco.
—Andrew esa niña está loca—dijo Camila señalándome.
—Tal vez es una advertencia para que no vuelvas a meterte con ella—dijo Andrew alejándose del lugar.
Yo camine detrás de él y con Peter a mi lado: — ¿Qué fue eso?
—No lo sé—respondí confundida.

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