Preparaba mis maletas, mañana las vacaciones de verano empezarían y con ella vendrían la paz y la normalidad.
Este año en el instituto Reino Futuro habían pasado tantas cosas… que ya ver las cosas “extrañas” de una vida normal no me inquietaban en lo más mínimo. Peleas, criaturas, magia… y amor.
Estas vacaciones de verano, Andrew Copelan—mi novio, mi vida y alma gemela—, vendría a San Francisco California a pasar las vacaciones conmigo y así presentarle a mi familia.
Estaba ansiosa porque el día de mañana llegara y partir al fin. Extrañaba a mi familia, y quería pasar tiempo con Andrew.
Luego de haber pasado tantas cosas los primeros meses en este lugar, todo había vuelto a cambiar.
Las clases con Jonathan se habían cancelado indefinidamente, por lo que no había podido averiguar lo que quería, es decir, su descendencia. Ese tema delicado que el señor Daniel Copelan—padre de Andrew, y casi un padre para mí— no me había querido aclarar. Y tampoco lo había visto mucho por el instituto como para preguntar cómo estaba… u otras cosas.
Peter, ahora pasaba más tiempo preocupándose por mí.
Parecía un hermano mayor, desde que leyó ese correo que le envié en Diciembre. Ahora era novio de Mary—como lo venía suponiendo—por lo que Mary se había unido a nuestro pequeño grupo.
Claudia y Víctor seguían juntos—y aunque no aceptaban del todo a Peter y viceversa—, estaban también en nuestro grupo… sin embargo era más el tiempo en que querían estar solos. Me llevaba mejor con Víctor, pero su actitud extraña—que a veces me ponía nerviosa—volvía de vez en cuando.
Cada que pensaba en el nombre Reino Futuro, millones de recuerdos llenaban mi mente y no todos eran muy agradables.
Raimundo, o mejor dicho Ristar era uno de esos recuerdos. Pero por suerte—demasiada suerte—había desaparecido.
Unas palabras rompieron el hilo de mis recuerdos trayéndome de nuevo a la realidad: —Que bueno que al fin llegaron las vacaciones de verano—decía Claudia que estaba sentada con su maleta aun lado y en sus manos un vaso térmico—, estoy harta de esta bebida.
La bebida a la que se refería, era una especie de sustituto de la sangre, y la imitaba muy bien—tanto en olor como en color—o por lo menos para mí. Claudia me había explicado que esa bebida era su sustituto para todos los vampiros que estudiaran en Reino Futuro. Los mantenía vivos y con la energía necesaria pero no se comparaba con la sangre.
—Una cosa que odio de este instituto, es la restricción a los vampiros de poder tomar sangre real.
—Créeme que lo sé—dije recordando el baile de bienvenida.
Doblaba mis ropas para luego meterlas en mi maleta, luego voltee a ver el reloj sobre el buró entre nuestras camas.
Eran las nueve de la noche y yo aún no cenaba.
Camine hasta el buró, tomando mi teléfono celular y le escribí a Andrew: “Nos vemos en la cafetería en cinco minutos”.
Él respondió con un simple “ok”: —Iré a cenar, ¿vienes?
—No, la verdad tengo mucha ropa que guardar—dijo Claudia sonriendo.
—Está bien—y sin decir más nada me encamine a la cafetería.
Con el verano, el calor era un poco asfixiante, por lo que ahora todos llevaban ropa ligera, incluyéndome.
Llegue a la cafetería y camine hasta donde vendían la comida. Mientras decidía que comer, sentí como alguien me abrazaba por la espalda: —Hola cariño—dijo Andrew con voz dulce.
Voltee a verle y sonrisa burlona—su típica y hermosa sonrisa—me ofreció un saludo. Sus ojos verdes—puertas a su alma—brillaban de emoción. Su cabello hoy estaba un poco alborotado, como si apenas se levantara de su cama. Vestía una ligera franela blanca y unos pantalones de mezclilla azul.
—Hola—dije mientras me ponía de puntas para besarle los labios.
Compre unas rosquillas—desde que llegue aquí empecé a comer mucho dulce—y una botella de agua, Andrew no quiso nada. Luego nos fuimos a sentar en la mesa de siempre.
—Lo primero que haré al llegar a San Francisco será presentarte a mis padres—dije antes de morder una rosquilla.
—Ni lo digas, tu padre… me pone nervioso.
— ¿Pero por qué?, si es el hombre más tierno que existe—dije sonriendo.
—Déjame explicarte algo cariño… tu padre es tierno contigo, pero no lo será con tu novio—dijo explicándome como si tuviera algún problema de atención.
—Ya cállate ¿sí? —luego reí bajo.
Él sonrió y luego me dio su mano: —Pero sabes que tengo razón…
***
A pesar de que había terminado de cenar me quede un rato más en la cafetería platicando con Andrew.
Me contaba que su padre—Daniel Copelan—se encontraba en sus mismas investigaciones y por supuesto atendiendo a sus negocios.
¿La diferencia?, Andrew no le extrañaba tanto porque ahora se le veía un par de vece casa mes.
Nos levantamos de la mesa para luego encaminarnos a mi habitación.
Cuando llegamos, entramos sin tocar encontrándome encontré con alguien que no veía hace ya tiempo.
— ¿Jonathan? —Dije mientras una sonrisa crecía en mi rostro—, ¿Qué haces aquí? —me acerque a el que estaba sentado es mi cama y le abrace con cariño.
—Hola Rebeca—correspondió mi abrazo—te extrañe, también nuestras clases—dijo con su voz seria.
Escuche que alguien tocia detrás de mí, entonces reaccione. Deje de abrazar a Jonathan, voltee a mirar a Claudia, ésta observaba graciosamente a Andrew.
— ¿Cómo estas Jonathan? —dijo Andrew acercándose repentinamente serio, claro que yo sabía el porqué.
La rivalidad entre ellos—a pesar de todo—no desaparecería, y es que nuestras almas estaban unidas, un vínculo fuerte… una vida pasada.
Mi yo interno era Kelta, la protectora de las piedras—que son seis en total—de las cuales, desde los primeros días de enero estaban siendo vigiladas en la oficina de la señora Luisa Copelan—madre de Andrew y directora de Reino Futuro—a excepción de la piedra de la luna que colgaba de mi cuello.
Detrás de ellos se encontraban dos almas, Kandor—Andrew—, el amor de mi vida pasada y Haro—Jonathan—, el ex prometido de Kelta, que murió en un enfrentamiento por mi mano.
—Muy bien, pero mi visita no es por cortesía—dijo Jonathan, su máscara seria era ahora inquebrantable.
— ¿Qué sucede Jonathan? —dije acercándome a Andrew.
Jonathan suspiro: —Acabo de llegar y ya me mandan a dar malas noticias—Él se levando de la cama y se acercó a nosotros.
—Habla ya niño bonito—dijo Claudia con cara de fastidio.
Yo reí bajo por sus ocurrencias y luego mire a Jonathan: —cierto, dinos ya que pasa.
—Eh, las vacaciones de verano inician mañana… pero no te podrás ir a San Francisco—dijo el con el ceño fruncido.
— ¿Qué? —dijimos Andrew y yo al unísono.
—Lo siento, pero es lo que tu madre me acaba de decir Andrew—se explicó Jonathan—, yo aún desconozco el porqué de todo.
—Pero… no es justo—dije con fastidio—, necesito un descanso… necesitamos más bien.
—Vamos a hablar con mi madre—dijo Andrew tomándome de la mano.
Salí de mi habitación junto con Andrew, Jonathan venía detrás pisándonos los talones.
Fuimos al edificio administrativo—ese que conocí muy bien durante el año—. En el camino me encontré con personas que no conocía y la gran mayoría caminaba hasta la oficina de la directora.
Hombres, mujeres y hasta niños estaban fuera o dentro del edificio y muchos me miraban como si me conocieran.
La directora estaba parada en la puerta de su oficina con una sonrisa en su rostro. Con ella estaba un hombre de cabello corto y canoso y barba que estaba cruzado de brazos. Éste vestía una camisa negra y unos pantalones de mezclillas.
—Mañana llegará mi esposo—escuche decir a la señora Copelan cuando estuvimos los tres lo suficientemente cerca.
—Qué bueno poder volver al trabajo como corresponde ¿cierto? —dijo el hombre de cabello canoso, ahora podía ver su mirada amable.
La señora Copelan me miro de reojo—su expresión cambio de inmediato, poniéndose seria—luego Andrew puso la mano en el hombro de su madre: —mamá, creo que tenemos que hablar.
—Lo sé, Aengus vengo en un minuto—se excusó ella con el hombre antes de venir con nosotros.
La directora nos permitió pasar a su oficina, conmigo vinieron Andrew y Jonathan: —Directora, debe explicarnos…
—Por ahora no te puedes ir Rebeca, lo siento mucho—dijo ella mirándome severa, como siempre.
—Mamá, pero al menos debes darnos un porqué—dijo Andrew poniéndose delante de mí.
—Por supuesto, y esto les bastara—ella se acercó a su escritorio y luego volteo a vernos—. Raimundo desapareció hace ya varios meses…

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