No podía ignorar el dolor punzante en mi tobillo mientras estaba de pie. Podía caminar pero mientras más me esforzaba el dolor se intensificaba más.
Mire a mí alrededor a ver si encontraba un lugar que fuese más fácil subir pero solo veía árboles y la maldita colina.
Intente subir la colina poco a poco un par de veces, pero siempre volvía resbalar cayendo de nuevo sobre la tierra firme.
Sabía que dentro de diez minutos si Andrew no me encontraba se preocuparía y me buscaría, pero ¿y si no me encontraba?
Esa idea me volvía loca por lo que empecé a gritar por ayuda: —Sáquenme de aquí… ¡Andrew!—grite muchas veces, tantas que perdí la cuenta.
En eso mi mano fue automáticamente a mi bolsillo encontrando mi celular. Lo saque desesperada rezando que tuviera señal en este lugar, pero todas mi esperanzas desaparecieron cuando vi que no tenía ni una sola barra en la señal.
De todas maneras intente llamar a Andrew pero la llamada nunca se dio.
Me sentía cansada y no habían pasado ni quince minutos desde que estaba en este lugar. Por eso decidí sentarme y apoyarme en un árbol.
Descubrí un poco mi tobillo notando que estaba un poco hinchado, ojala no fuera nada grave.
Pasaron unos minutos que parecieron horas y sentí el susurro de una voz. Fruncí el ceño, si alguien estaba por aquí haría de todo para que me sacaran.
— ¡Andrew!—grite intentando pararme, me costó un poco de trabajo ya que mi pie dolía cada vez más.
En eso—encima de la colina—vi a Andrew mirando a dirección opuesta de donde me encontraba: — ¡Andrew, estoy aquí!
El volteo y me vio un poco preocupado, yo sonreía porque al parecer si saldría de aquí: — ¡¿Cómo llegaste allá?!
— ¡Pues, caí y rodé!—grite un poco apenada.
Nuestras voces hacían eco en el bosque cosa que hacia este lugar más terrorífico para mí.
Sin decir más Andrew se puso en cuclillas, y con una pierna delante de la otra se dejó resbalar poco a poco para venir por mí. Mientras el bajaba yo volví a sentarme al pie del árbol descubriendo mi tobillo que estaba aún más hinchado.
Cuando Andrew bajo por completo se acercó a mí y se arrodillo a mi lado: — ¿Qué te sucedió?—se veía preocupado.
—Es que tropecé que una estúpida rama y perdí el equilibrio y bueno aquí estoy.
—Sabía que no debíamos separarnos, pero eres un poco testaruda, ¿lo sabes?—dijo con una mirada cálida y a la vez preocupada. Su mirada se desvió a mi tobillo—Esto si está un poco grave.
Se fue acercando a mi tobillo y de solo imaginar el dolor que me provocaría tocándolo grite: — ¡No lo toques!, por favor, dolerá.
El me miro y comprendiendo lo que decía solo lo miro: —Con tu tobillo así será aún más difícil subir—dijo el haciendo una mueca de disgusto—, tendré que llamar a alguien para que nos ayuden.
—Si tienes suerte y encuentras señal, te lo agradeceré el resto de mi vida—susurre.
El saco su celular y luego le escuche maldecir, cosa que me hizo pensar que tampoco tendría señal.
—Debo subir, y encontrar señal—dijo el levantándose—. Le diré a Raimundo que traiga a Peter, el será de gran ayuda.
Camino hasta la colina y después de pensarlo dos veces empezó a subir. Le costó mucho ya que se resbalo una gran cantidad de veces pero luego de unos minutos lo logro y camino a las afueras del bosque por donde habíamos venido.
Sentí las ganas de caminar por este lugar. “Las coincidencias no existen”, pensé.
Me puse de pie con dificultad e ignorando el dolor del tobillo empecé a caminar mientras cojeaba un poco. Me adentre un poco al bosque que cada vez se hacía más tenebroso ya que los arboles estaban tan unidos que no se podía ver las luz del sol.
El lugar estaba oscuro y el verde de las plantas no ayudaba a iluminar. Me adentre un poco más sintiendo que algo me atraía como un pedazo de metal a un imán.
Por el dolor del pie avanzaba muy lentamente pero no me iba a detener. Entonces encima del tronco de un árbol—que había sido cortado—, como si alguien la hubiera puesto para mí una piedra turquesa pequeña y alargada me llamaba para que la tomara en mis manos.
Camine un poco más para acercarme, luego inhale y sin soltar el aire la tome. Lo que paso luego fue algo extraño pero no me sorprendió como si yo misma esperaba que pasara.
De pronto la piedra de la luna empezó a brillar junto con la piedra turquesa—que aún no sabía que hacia—, entonces un ráfaga de viento muy fuerte me tumbo haciendo que la piedra cayera al suelo al igual que yo.
La ráfaga de viento seguía, al igual que el brillo de ambas piedras. Este viento era tan frio que a pesar de mi ropa abrigada se colaba por mi piel hasta llegar a mis huesos y hacerme tiritar.
De pronto todo ceso, hasta llegar al ambiente normal de este lugar—frio pero no tan exagerado—, por eso me acerque a la piedra que seguía brillando hasta que hizo contacto de nuevo conmigo y su brillo también ceso.
Sonreí, la había encontrado. Y como era tan obvio era la piedra del viento. La metí en el bolsillo de mi chaqueta y me puse de pie de nuevo mientras escuchaba mi nombre en el ulular del viento, por la voz—aunque se perdía con el eco del bosque—supe que era Andrew y por eso empecé a caminar de vuelta por donde había venido.
Cuando iba por medio camino Andrew me encontró, se veía un poco agitado.
— ¿Por qué estas caminado?, debes tener cuidado con tu pie—dijo él y de un momento a otro me estaba cargando.
—Esto no es necesario—dije negándome.
—No importa, por ti haría lo que sea—dijo y esa frase me hizo recordar la noche en que mi vida se puso de cabeza.
Andrew me llevo con cuidado hasta donde empezaba la colina y me coloco en el suelo para luego sentarse a mi lado y tomo mi mano.
— ¿Qué hacías por allá?—Yo sonreí y sin pensarlo dos veces saque la piedra de mi bolsillo y se la mostré, el abrió sus ojos como platos— ¿Es lo que creo que es?
—Sí, la encontré. Es la piedra del viento.
—Oh por Dios—dijo para luego acercarse y darme un ligero beso en los labios, eso me recordó algo que quería hablar con el—, logre llamar y le dije a Raimundo que trajera a Peter Sheick.
—Andrew quiero hablar contigo sobre… sobre nosotros—dije mientras me sonrojaba un poco.
El me miro repentinamente serio y se acercó un poco más, nuestros labios estaban a unos poco centímetros: —Aquí estoy, hablemos.
—Pues, nunca aclaramos lo que de verdad éramos—dije evitando su mirada aunque era un poco difícil estando a esa distancia.
El no respondió inmediatamente y lo encontré mirando mis labios un par de veces antes de contestar: —pues es verdad, aunque el término novios no me parece suficiente para la seriedad de este asunto—dijo él, cosa que hizo que mi corazón volara loco.
— ¿A qué te refieres?
—Nosotros estamos unidos por un lazo mucho más fuerte que el amor, es más para nosotros deberían inventar un palabra que se salga más allá de eso ¿sabes?, nuestras almas están unidas para la eternidad y aunque estén en diferentes cuerpos siempre se encontraran y buscaran la manera de estar unidas de nuevo.
Lo que decía me hacía feliz, y aunque ya lo sabía me encantaba oírlo de su boca ya que lo hacía más real.
— ¿Entonces se podría decir que…?
—Podríamos decir que somos novios, aunque yo sé que lo nuestro va más allá de eso—dijo y finalmente acabo con el poco espacio que nos separaba.
Nos fundimos directamente en un hermoso beso apasionado. Él puso una de sus manos en mi nuca y la otra en mi cintura acariciándola levemente, yo queriendo acercarlo más y enrede mis manos en su cabello castaño tan suave como sus caricias. Eso provoco que profundizáramos más el beso.
Él se separó de mí un poco, yo quería seguir besándolo: —Te amo—dijo provocando que mis ojos se humedecieran—, nunca había sentido nada igual por nadie.
Y de nuevo nos estábamos besando sin darme oportunidad de responder a sus palabras. De pronto sentí mucho calor, por lo que me quite la chaqueta y el me imito. Seguíamos besando pero sentí como Andrew se tensaba un poco cada segundo. Al final de estar completamente tenso termino el beso pero quedándose cerca con nuestras frentes unidas.
—Creo que debemos parar—dio el con la respiración agitada al igual que yo.
— ¿Por qué?
—Porque no quiero llegar más lejos aún y menos en este lugar—dijo sonriendo.
Cuando hablo de llegar más lejos me sorprendí por lo que automáticamente la sangre subió a mis mejillas provocando que me viera como un tomate de ojos grises.
El vio mi sonrojo y acaricio mi mejilla: — ¿Por qué te sonrojas?
—Yo no me sonroje—dije a la defensiva y sin pensar, cosa que fue estúpida.
—Por Dios Rebeca, estas más roja que un tomate.
—Es que, dijiste llegar más lejos…
El comprendió de lo que hablaba y entonces me miro tiernamente: —Nunca haremos nada que tu no quieras, cuando estés preparada ya veremos que pasara—entonces me beso levemente en los labios.
Luego de eso estuvimos un rato hablando de cualquier cosa, nunca nos soltamos las manos—nuestros dedos entrelazados—, hablamos sobre mi familia y amigos en California y el me conto que era de España pero que las vacaciones las pasaba viajando a donde él quisiera desde que tenía trece años—tenia diecisiete al igual que yo: —tengo planeado viajar de nuevo a San Francisco en el verano—dijo sonriente.
—Me parece perfecto—mientras nos sonreíamos el uno al otro, recordé que él era un hechicero entonces una idea me vino a la mente—. Andrew ¿Por qué no salimos de aquí con ayuda de tu magia?
El me miro pensativo:—Pues la verdad no soy muy bueno, todavía estoy en práctica ya que mi magia se desarrolló más tarde de lo normal, a estas alturas ya yo debería saber curar a la gente y si pudiera curaría tu tobillo—le vi y supe que estaba avergonzado por eso.
—No importa, de todas maneras ya vienen por nosotros—dije sonriente pero él no me correspondió—. No debes sentirte apenado por eso, no es tu culpa que tus poderes no estén bien ahora.
—Lo sé—y entonces sonrió—. Pero te prometo que cuando sea el mejor te enseñare lo que puedo hacer.
Yo me eche a reír por su comentario, parecía un niño—muy lindo—que quería mejorar en un juego de mesa.
Mientras me reía y Andrew se unía a mis risas escuche unos gritos que se ahogaban en el bosque y unas pisadas que se acercaban.
—Al parecer llegaron—dijo Andrew levantándose—. ¡Estamos aquí!—grito.
Andrew me ayudo a levantarme colocando mi brazo sobre sus hombros y apoyando todo mi peso sobre su cuerpo.
En eso vi acercarse a la persona que más quería ver en estos momentos. Peter se asomó por encima de la colina y al igual que Andrew bajo deslizándose poco a poco. Pero algo me sorprendió, detrás de él venía Jonathan que bajo al igual que Peter.
— ¿Estas bien?—dijeron ambos a la vez cuando ya habían bajado.
—Si—susurre todavía sorprendida.
—Chicos ella no puede subir, tiene inflamado el tobillo y a mi parecer es una fractura o algo parecido.
— ¿Y cómo la subiremos?—dijo Jonathan con una mirada preocupada.
—Yo tengo una idea—dije quitando el brazo de los hombros de Andrew—. Si Peter se convierte el lobo podría subirme en su lomo, sería más fácil así llegar hasta arriba.
Todos sonreíamos menos Jonathan que al parecer no le había gustado la idea: —No creo que sea buena idea, el sigue siendo joven y si no se controla podría hacerte daño—dijo Jonathan mirándome exclusivamente a mí.
Peter se enojó por su comentario: —Puede que sea joven pero yo nunca le haría daño a Rebeca.
—No lo sabes, no podrías controlarlo—dijo el con el ceño fruncido.
Andrew y yo solo les mirábamos discutir de si Peter podría o no y por eso intervine: —Yo confió en Peter, Jonathan, así que Peter por favor.
Él me sonrió: —Espérame un momento—corrió al bosque desapareciendo entre los árboles.
De pronto un hombre lobo venia caminando en dos patas con ropa en la boca. Él se me acerco—era el doble de mi tamaño—y dejo caer la ropa en mis brazos. Reconocí la ropa de Peter, que se la había quitado para no destruirla.
Andrew que aún estaba a mi lado me ayudo a subir en el lomo de Peter cuando este se puso en cuatro patas.
Para no caerme me agarre bien del pelaje de Peter, que era igual al color de su cabello rubio.
—Ten cuidado—dijo Jonathan que se veía de verdad preocupado. “¿Desde cuando le preocupaba tanto?”, pensé.
En eso Peter pego un brinco que me quito el aliento y llego a la mitad del camino de la colina. Yo me abrace de su cuello con un poco de miedo, no quería volver a caer. Peter resoplo y pareció que se estuviera riendo de mí.
Entonces empezó a correr a toda prisa para evitar resbalar, en un abrir y cerrar de ojos ya estaba arriba sana y salva.
Me baje poco a poco entonces le ofrecí su ropa que la tomo con su boca donde pude notar sus afilados y blancos dientes, el camino hacia los árboles y luego de unos minutos volvió como humano sonriéndome.
— ¿Qué hace el aquí?—dije señalando a Jonathan que venía subiendo detrás de Andrew.
—La verdad fue muy extraño—dijo en un susurro a mi oído—, cuando el tipo que me trajo aquí me busco me topé con Jonathan y me pregunto por ti, le explique en la situación en la que estabas y por eso se preocupó e insistió en venir para acá a buscarte.
Fruncí el ceño ya que esto me parecía un poco extraño. Mientras pensaba Peter me tomo desprevenida y me cargo sin problemas como a un bebé: — ¿Qué haces?—pregunté.
—Te llevo al auto—dijo sonriéndome—, cuidado y tropiezas tu pie con un árbol.
No me opuse ya que no quería caminar.
Cuando llegue al auto y Peter me dejo en el asiento trasero se sentó a mi lado sin decir nada.
A los pocos minutos Jonathan y Andrew llegaron, Andrew se sentó a mí otro lado y Jonathan adelante como copiloto de Raimundo. Sin que nadie dijera nada Raimundo prendió el auto dándole vida y me sentí feliz de estar camino de vuelta al instituto.
***
Cuando llegamos a Reino Futuro me llevaron directamente a la enfermería—nunca había venido a este lugar—, habían dos camas en el pequeño lugar que estaba todo pintado de blanco. La enfermera—una anciana mujer con cara redonda y ojos amables—nos revisó a Andrew y a mí.
Por suerte Andrew estaba en perfectas condiciones pero yo tenía un esguince—torcedura— por lo que me pusieron una tobillera y me pusieron de reposo.
Serian dos semanas, encerrada en mi habitación sin ir a clases.

No hay comentarios:
Publicar un comentario